lunes, 8 de abril de 2013

El nombre viene del número - José Mª Barja

José Mª Barja
En un mundo globalizado percibimos las diferencias entre paises incluso en el uso de calendarios. Acabamos de oir al presidente Obama felicitando el año nuevo iraní y el próximo 14/abril serán los 163 millones de habitantes de Bangladesh los que inicien su año 1420 BS. Y sin embargo todos los humanos comparten un ritmo básico, un convenio social tan interiorizado que incluso parece responder a algún fenómeno astronómico. El día de la semana es un hecho que la mayoría de la humanidad ha sincronizado por encima de diferencias culturales, incluida la forma de computar el tiempo.
 

Este hecho proporciona un aura especial al número 7, que además del número de los “planetas” que han producido el nombre de los días de la semana, también aparece por ejemplo en Septentrión, los “siete bueyes” (la Osa Mayor) que para los antiguos romanos hacían girar la esfera celeste en torno al eje que pasa por la Estrella Polar.

Datos:


Es poco usual leer un titular como «Irán celebra el Año Nuevo persa con recelo por las próximas elecciones» (El Ideal Gallego 3/abril/2013) que relata la tradicional fiesta en el decimotercer día del año, 13/Farvadin/1392 del calendario persa. El Bangla Shôn es otro calendario todavía más reciente, el oficial en Bangladesh desde 1987 cuyo Año Nuevo, Pôhela Boishakh, 1/Baishakh/1420, será el próximo 14/abril;  está constituido por cinco primeros meses de 31 días y los siete restantes de 30 días, menos el penúltimo al que en cada año bisiesto gregoriano se añade un día, justo dos semanas después del 29 de febrero.
 

Babilonios, asirios y hebreos, compartían una perspectiva respecto al tiempo y la historia con unas variaciones individuales tan mínimas que era casi idéntica en todos ellos. De ahí procede el concepto de semana completado por los judíos que dieron al séptimo día, sabbath, significado religioso. «La observación del sabbath (que deriva del verbo sh-b-th, "cesar el trabajo") es probablemente un producto del período del exilio en la historia judía, cuando se produce la destrucción del Templo por los babilonios en 586 a. C. El establecimiento de un ciclo de 7 días, basado en la observación regular del sabbath, es una distintiva contribución judía a la civilización. El culto al sabbath coincide con la prohibición al culto a los cuerpos celestes, en particular la Luna, en una fase de introducción de una deidad supranatural. Sólo basándose en un ritmo matemático artificial podría independizarse de cualquier ciclo natural» [Eviatar Zerubavel The Seven Day Circle. The History and Meaning of the Week (1985) The University of Chicago Press]. Pero es sólo a lo largo del primero y segundo siglo después de Cristo cuando el período semanal se convierte en familiar al converger la semana judía, la práctica astronómica de ordenar los planetas, la práctica matemática egipcia de subdividir el día en 24 horas y la teoría astrológica llamada cronocratoria. Los siete cuerpos celestes distinguibles a simple vista, planasthai “errantes, vagabundos; planetas”, ordenados según orden decreciente de períodos (Saturno [29,46 años], Júpiter [11,86 años], Marte [1,88 años], el Sol [365,25 días], Venus [224,7 días], Mercurio [87,969 días], la Luna [28,5 días]), presidían sucesivamente cada hora; y el día llevaba el nombre del planeta que correspondía a la primera hora. Dado que al repartir las 24 horas entre los siete planetas restan tres, se obtiene la regla para el nombre del día siguiente: avanzar tres en la lista de nombres de cuerpos celestes dispuestos en círculo (así está representado en Pompeya). De ahí se obtienen los nombres en latín de los días de la semana: Saturno, el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, que se conservan en las lenguas germánicas transformados en los nombres de los dioses de la mitología teutónica. El término sábado procede de la tradición judía, mientras domingo procede de dies dominica, día del Señor, la traducción de kyriaké en el Apocalipsis (1.10: "Caí en éxtasis el día del Señor…"). La introducción oficial de la semana (en latín, septimāna) de siete días se debe al emperador Constantino, ya en el siglo IV, así como la adopción del domingo abandonando el sábado (360 a.D); tanto el cristianismo, el hinduismo y el islam contribuyeron a la expansión mundial de este artefacto cultural, una mera convención social que expresa la imposición humana sobre la naturaleza.

Según el diccionario de la RAG «Setestrelo Grupo de sete estrelas pertencentes á constelación do Touro, que destacan sobre as demais.» De ser correcta esa definición, se referiría a Aldebarán, Elnath, las Pléyades y las Híades. Más plausible es que setestrelo sean las estrellas de mayor brillo de la Osa Mayor: Dubhe, Merak, Phecda, Megrez, Alioth, Mizar, Alkaid; las dos primeras señalan a la más brillante de la Osa Menor, la estrella Polar. La etimología latina de septentríon se apoya en una nota de Marco Terencio Varrón que identifica siete bueyes de trilla girando en torno a la Polar. Es evidente el origen arábigo de los nombres de esas estrellas más brillantes, lo cual nos debe recordar quienes eran los estudiosos de la astronomía y los números que lograron transmitir a un atrasado Occidente el conocimiento que siete siglos antes ya poseían los indios.


Septiembre era el séptimo mes del calendario republicano romano hasta la reforma del año 45 a. C. promovida por Julio Cesar, asesorado por el alejandrino Sosígenes, que incluía pasar el inicio del año de la calenda de marzo a la de enero, lo que subsidiariamente privaba del significado aritmético a los nombres de los meses que incluían un numeral (de Quintilis a December). Por cierto que el término bisiesto que ahora referimos al año de 366 días, procede del nombre del día que cada cuatro años se debía “repetir” en febrero, el dies bis sextus ante kalendas martias. Olvidamos que nombraban los días por el número de los que faltaban, incluido el día presente, a los hitos mensuales calenda, nonas e idus; todavía faltaban doce siglos para que llegasen a Europa los guarismos, esa notación de origen indio que fue transmitida por los libros de un científico de la academia de Bagdad, natural de Jiva en Uzbekistán y cuyo patronímico, “él de Jorezm”, acabo deformado por las traducciones latinas en Alguarizmi, lo cual nos proporcionó otras dos palábras: algoritmo y álgebra, por el título de una de sus obras.


En este año 2013, el Yom ha-Shoah, día de recuerdo del Holocausto, cayó en el 8/abril por la correspondencia con el 27/Nisan del calendario judío. También por esa correspondencia ocho días después será Yom Ha'atzma'ut, el día de la Independencia de Israel, proclamada por David Ben Gurión el 14/mayo/1948; mientras los palestinos, empleando el calendario occidental, mantienen el 15/mayo como el día de la Nakba, de la "catástrofe", el inicio de su éxodo. Pero también este 8/abril se celebró Hana Matsuri, fiesta de las flores, con la que conmemoran en Japón el nacimiento de Buda; y como todos los años desde su proclamación en el primer Congreso Mundial Gitano, Londres 1971, el Día Internacional del Pueblo Gitano; allí también aprobaron la bandera (una rueda roja de 16 radios superpuesta a una franja azul sobre otra verde) y el himno gitanos. El año nuevo 545 en el calendario Nanakshahi de los sijs, que celebran el 1/Vaisakhi, cae el 13/abril cada año y en el 14 una vez cada 36 años. Con visitas a las gurdwaras (templos), desfiles y una gran fiesta en el Templo Dorado en Amritsar (sede central del sijismo) celebran Baisakhi, el día de 1699 cuando en Anandpur el último Guru de los sij, Gobind Singh, transformó la religión fundada en el siglo XV por Shabib Nanak, como amalgama del sufismo musulman y la rama bhakti del hinduismo, en el Akal Khalsa (la Comunidad de los Puros) para ofrecer resistencia a la islamización emprendida por el imperio mongol de la India. Desde entonces los sijs son distinguibles por su barba y pelo sin cortar recogido bajo el dastaar, lo que con palabra turca llamamos turbante, y todos llevan los patronímicos Singh y Kaur (“león” y “leona”).