El día 11 de este mes se cumplió el 142 aniversario de la 1ª República Española, primer ensayo democrático abortado por los militares, como ocurriría con la segunda de 1931. Y en el tercer intento iniciado en 1978, ya no hacen falta militares para abolir el sistema, pues la democracia no es más que un remedo de tal.
Para que la democracia se asiente y no perezca, los poderes institucionales del Estado han de respetarla y protegerla, o de lo contrario representará una farsa grotesca. Y así viene ocurriendo desde 1975 en que Parlamento, Gobierno y Justicia fingen lo que no sienten, provocando escándalo y vergüenza entre los ciudadanos.
El Parlamento sigue anclado en el S. XVIII, con siervos por diputados. El Gobierno se aparta de los débiles, a quienes somete a drásticos recortes y a la crueldad del paro. Y la Justicia arremete contra los justos mientras ampara a los corruptos. En tanto en España se hizo una modélica transición a la democracia manteniendo a los franquistas en las instituciones, Portugal impuso el nuevo régimen sin tutelas salazaristas.
Por si no bastara, la mayoría de los medios de comunicación, desinforman y se pliegan al dictado de los poderosos, censurando noticias en perjuicio del lector. El ejemplo más palmario lo representa el trato a la Corona, a la que mecen en su cuna dorada. Si hay algo que por su magnitud hubiera merecido su atención, es el reciente hallazgo de una conversación del rey, conocida gracias a que el gobierno alemán levantó la reserva después de 30 años.
Es tan grave este suceso, que constituye el mayor escándalo de la democracia actual, que en otro país le hubiera costado el trono. Sus manifestaciones constituyen una auténtica apología del terrorismo, penada con cárcel. Tanto los medios como el rey, el gobierno y el parlamento, permanecen mudos, sin iniciativa alguna. Para quienes desconozcan el asunto, les cuento:
Como crisis del sistema democrático, se refirió el rey Juan Carlos I al golpe militar franquista dado contra el Estado republicano en julio de 1936, al tiempo que celebraba el éxito de la guerra civil. Así lo señaló al embajador alemán, Lothar Lahn, a quien recibió en la Zarzuela poco después de la intentona militar de 1981 conocida como 23-F. En aquella entrevista se refirió a Tejero y demás militares sediciosos, como gente de buena fe que intentaban lo mejor para España, y mostró hacia ellos comprensión y simpatía, al punto que trataría de influir en el Gobierno y los tribunales para evitarles un castigo severo. Para mi, dijo el rey, Franco es un ejemplo viviente día a día, por su desempeño patriótico al servicio de España y por esto, yo tengo por él un gran afecto y admiración.
Como los granitos de un sarpullido, aquí y allá asoman síntomas de descontento: indignados, yayoflautas, parados y desahuciados de todo orden, se manifiestan en señal de reprobación, que no alcanzan a ver los que marcan las políticas públicas: Gobierno, Parlamento y Poder Judicial. ¡Hasta cuando abusaréis de nuestra paciencia!