En los años ochenta el Presidente Ronald Reagan ideo la “Iniciativa de Defensa Estratégica”, más conocida como “guerra de las galaxias”, que en 1999 Bill Clinton puso en marcha y que comenzaría a ser operativa en versión reducida en 2006.
Aunque el plan de Ronald Reagan era crear un escudo antimisiles que hiciera a Estados Unidos invulnerable ante un ataque de la Unión Soviética, lo cierto es que los costes del programa hicieron que finalmente se abandonara, aunque sobrevivieron algunas partidas presupuestarias que han permitido poner en marcha el sistema que está en funcionamiento en la actualidad. Fue precisamente el alto coste de este programa, lo que hizo que la URSS fuera consciente de que ya no podía competir en la carrera armamentística, influyendo decisivamente en el fin de la guerra fría.
En 2009 Barack Obama, poco después de llegar a la presidencia, ordenó detener el despliegue de este sistema de defensa, pero ahora, en los inicios de su segundo mandato, se ve obligado a aumentar el sistema de autodefensa.
Es como si volviéramos al pasado, pero ahora cambiando el viejo escenario de las repúblicas soviéticas por el Pacífico. Los enemigos han cambiado y ahora hay que protegerse de otro régimen que se hace llamar comunista, pero que se aleja de cualquier modelo histórico digno de ese nombre. La tensión ahora está en Corea del Norte, quien no cesa de amagar con uso de armas nucleares. Un régimen político anacrónico, que paradójicamente se sostiene gracias a la ayuda de la Federación Rusa.
La preocupación en Washington es evidente y los asesores han convencido a Barack Obama para que el Departamento de Defensa de Estados Unidos, dirigido por Chuck Hagel, aumente en un 46% el número de baterías antimisiles en las bases de Vandenberg, situadas en el sur de California. Vandenberg tiene instalados 30 sistemas de defensa de misiles y los planes son instalar 14 más. Pero las preocupaciones no cesan ahí y, en Japón, también se van a reforzar los sistemas de detección con la instalación de un nuevo radar de detección de misiles.
El temor a un ataque de Corea del Norte ya no sólo forma parte de los informes que rondan desde hace años las mesas de los que adoptan las deciones, sino que se ha pasado a la acción y se van a invertir ingentes cantidades de dinero en mejorar el sistema de detección y defensa frente a misiles nucleares en el Pacífico. Este cambio es producto de la estrategia del dictador Kim Jong-un, que desafía a la comunidad internacional realizando pruebas atómicas y con misiles intercontinentales, llegando incluso a realizar amenazas de un ataque preventivo contra Estados Unidos. Amenazas que tuvieron como respuesta estadounidense a las “provocaciones irresponsables e imprudentes” de Corea del Norte, el anuncio de que añadirían 14 interceptores de misiles a los 26 que ya se encuentran desplegados en Alaska.
La semana pasada Corea del Norte realizó maniobras con fuego de artillería real cerca de la frontera con Corea del Sur, en otra escalada de la tensión que vive el pacífico y sobre la que la administración de Barack Obama ha puesto sus ojos. La situación es más delicada de lo que a simple vista parece, porque la dictadura coreana cuenta con el apoyo de China, quien ya ha alertado al Gobierno de Estados Unidos que reforzar el paraguas antimisiles, incrementará aún más la tensión en el Pacífico e instó a Washington a actuar con prudencia. No cabe duda que la segunda parte de la guerra fría ha comenzado.