El 30 de abril de 1789 George Washington juraba delante de una biblia masónica como primer presidente de los Estados Unidos en el Federal Hall de la ciudad de Nueva York. Estos días, doscientos veinticuatro años después, los estadounidenses celebraron la quincuagésima séptima inauguración presidencial cuatrienal.
La ceremonia inaugural del segundo mandato presidencial de Barack Obama como cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos se celebró dos veces, el domingo 20 de enero en privado en la Casa Blanca y al día siguiente frente al Capitol. La razón de esta duplicidad se debe a una decisión del Tribunal Supremo estadounidense, que establece que el mandato presidencial empieza al mediodía del 20 de enero siguiente a las elecciones, pero cuando ese día cae en domingo el Presidente tomará juramento en privado y al día siguiente realizará el juramento público. Ésta es la séptima vez que el presidente estadounidense jura su cargo un 21 de enero.
Hay también razones de seguridad en la decisión, pero sobre todo la tradición histórica en una nación en la que la fijación de las fechas políticas tiene mucho que ver con la programación en función de la climatología, las cosechas y las largas distancias que debían recorrer los electos. Por ejemplo, las elecciones presidenciales se celebran siempre el primer martes después del primer lunes del mes de noviembre del año electoral, porque por entonces las cosechas ya se habían recolectado y el frío todavía permitía los desplazamientos.
Desde los inicios de la nación, el acto de investidura presidencial se celebró siempre el día 4 de marzo, a excepción de la toma de posesión de George Washington, que fue el 30 de abril de 1789 y las provocadas por la muerte o dimisión del presidente. Sin embargo, en 1933 se aprobó y se ratificó la vigésima enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, promulgándose que tras las elecciones presidenciales, el nuevo Congreso se constituiría el 3 de enero y el presidente tomaría posesión de su cargo el 20 de enero. En los siglos XVIII y XIX cuatro meses se consideraban necesarios para adoptar las medidas del traspaso de poderes y para que los electos se pudieran desplazar hasta la Capital. En el siglo XX dos meses eran suficientes, por eso se aprobó la enmienda que propuso por entonces el senador George Norris.
A lo largo de la historia de los Estados Unidos, la inauguración presidencial y el discurso inaugural han permitido a cada presidente ofrecer una visión sobre el futuro, sostenida en la herencia del pasado de la nación. En esta ocasión Barack Obama no hizo grandes promesas, sino generalidades como: “Estados Unidos seguirá siendo un faro de alianzas fuertes en todos los rincones del mundo”, tampoco vislumbró sus prioridades, pero sí hizo guiños electorales como si aún estuviese en elecciones. Entre ellos: “responderemos a la amenaza del cambio climático, conscientes de que si no lo hacemos, estaremos traicionando a nuestros niños y a las futuras generaciones”, para a continuación abonar el terreno para una de sus futuras acciones legislativas, la reforma migratoria, afirmando que “nuestro camino no estará completo hasta que no encontremos una mejor manera de dar la bienvenida a los esperanzados inmigrantes que siguen viendo a Estados Unidos como la tierra de la oportunidad”.
El tercer golpe de efecto mediático convierte a Obama en el primer presidente en hablar sin rodeos en una ceremonia de investidura sobre los derechos de los homosexuales, exaltando ante el casi millón de conciudadanos que le escucharon en directo, que “nuestro recorrido no estará completo hasta que a nuestros hermanos y hermanas gay se les trate igual que a todos los demás según la ley porque, si nos han creado iguales de verdad, entonces el amor que profesamos debe ser también igual para todos”.