Las consecuencias económicas y sociales de una política basada exclusivamente en la reducción del gasto público son fatales. Europa corre el peligro de desintegrarse.
En los últimos dos años la crisis europea no ha cedido, por el contrario, ha empeorado, y los riesgos de crédito por los que Alemania debe responder no han disminuido, sino han aumentado considerablemente.
La actual crisis de Europa es esencialmente consecuencia de la crisis de los mercados financieros. Desde 2008 el desempleo en España ha pasado del 11,3% al actual 24,7%, en Grecia del 7,7 % al 21,7%, en Portugal del 8,5% al 15,3% y en Irlanda del 6,3% al 15%. 17,4 millones de personas están hoy desempleadas en la eurozona. El desempleo juvenil (menores de 25 años) ha alcanzado hasta un 50% en algunos países. Al mismo tiempo, la eurozona sigue cayendo en la recesión. El aumento de la deuda pública después de 2008 se debe sobre todo a que los Estados se han visto obligados a rescatar bancos y a responder por créditos malos en el sector privado.
Todavía en 2008 Alemania tenía a nivel nacional un presupuesto equilibrado. Después, la deuda alemana aumentó rápidamente del 73,5% al 83,2% del PIB, debido especialmente a las medidas tomadas recientemente por el Estado para sanear los bancos. En el caso de Irlanda el aumento ha sido todavía más dramático, pasando de menos del 50% a más del 100% del PIB. Ahora se trata de reducir esta deuda. En Alemania, sin embargo, esto no puede llevar a que los Länder tengan cargas adicionales a las ya acordadas en la estrategia para alcanzar el límite de deuda en 2020. Por el contrario, debemos apoyarlos para que puedan cumplir con esta tarea, incluyendo, por ejemplo, ofertas para una mejor refinanciación. Además, aquellos que causaron la crisis y aquellos que se beneficiaron de ella tienen que contribuir a pagar los costes de la crisis. Particularmente en los casos de Irlanda y España el sector bancario ha sido y sigue siendo el centro de la crisis. Tenemos que aprender las lecciones que nos deja la crisis del mercado financiero para recuperar la estabilidad en Europa.
Un endeudamiento excesivo hace que los Estados dependan peligrosamente de los mercados financieros y a largo plazo es antisocial, ya que cada vez más dinero de los contribuyentes se transfiere a los inversores en forma de una carga creciente de intereses.
Unas normas de endeudamiento acordes con la coyuntura económica y que sirvan de apoyo a presupuestos sostenibles son, por lo tanto, pertinentes en toda Europa. Una reducción duradera de la deuda sólo será posible con dinamismo económico y con crecimiento en nuevos sectores innovadores y sostenibles.
Necesitamos un cambio de curso hacia la economía real: menos especulación e inversión a corto plazo, y más valor añadido innovador en la producción y en los servicios relacionados con la producción, más inversión en educación, investigación y desarrollo, así como en infraestructuras que promuevan el cambio estructural, por ejemplo las redes eléctricas de imperiosa necesidad. Una firme regulación y adecuados impuestos a los mercados financieros forman parte de esta reorientación. Las inversiones en crecimiento adicional no deben conducir a nuevas deudas del Estado. Su financiación puede asegurarse más bien a través de ingresos por una tasa a las transacciones financieras.