Carlos Zaffore |
La segunda razón por la no fue una buena medida – fue muy mala – es porque al vulnerar la seguridad jurídica, actuar con prepotencia con un país amigo y de manera no confiable, ha provocado un severo aislamiento internacional. Y siempre el aislamiento, más que por el gobierno, es sufrido por el pueblo en términos de pérdida de inversiones, salario y empleo.
¿Por qué se dio ese paso estatista? Por razones ideológicas o principistas no fue, porque no se hubiesen esperado nueve años. Por el contrario, hasta no hace mucho todo eran elogios y fueron los Kirchner quienes impulsaron la participación del grupo argentino ahora estigmatizado. Y en su momento los Kirchner estuvieron lejos del estatismo cuando apoyaron la privatización de YPF durante el neoliberalismo menemista.
Tampoco fue porque la importación de 9.000 millones de dólares anuales pesa en el balance de pagos; para aumentar la producción y lograr el autoabastecimiento había que atraer inversiones, no espantarlas. Esto podría explicar el giro adoptado ante la existencia de una gran impericia.
Y eso puede ser, pero la explicación más fundada parece ser la creciente necesidad de caja. Hay un claro paralelismo con la estatización de las AFJP, y así como los fondos de la ANSES sirven para cubrir baches fiscales, con YPF puede ocurrir a lo mismo.
Mientras se discuta el precio de las acciones, la facturación de la compañía cercana a los 14 mil millones de dólares anuales estará a mano del nuevo socio mayoritario. Es una ley de estos tiempos, detrás del “relato” suele estar la caja.
Y para pasar a analizar lo que debe hacerse ahora destaquemos la primera línea de esta nota. Esclarece la experiencia de Frondizi: generando un clima favorable a la inversión hizo una amplia convocatoria al capital privado y en sólo tres años triplicó la producción y logró el autoabastecimiento. Pero YPF no sólo se mantuvo estatal: aumentó su producción y fue un brazo ejecutor de la política petrolera: los contratistas privados le entregaban el crudo extraído de las áreas a su cargo.
Haciendo abstracción de los funcionarios actuales hay que pensar a futuro. Con la realidad de la nueva YPF, con las demás compañías actuales y otras nuevas se debe articular un programa dinámico para los hidrocarburos, ampliando las reservas y la producción e incorporando las nuevas tecnologías. Y eso, claro, en el marco de un cambio político y un proyecto nacional, con trasparencia y seriedad. Hacia eso debe llevarnos el debate todavía pendiente. Y el desvarío de lo de YPF puede tener su lado bueno si lo promueve.
*Carlos Zaffore fue un estrecho colaborador de Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi, máximos dirigentes del Movimiento de Integración y Desarrollo. Es abogado y doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales y ha sido profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Católica de La Plata. Especializado en Economía, se desempeñó como Jefe de Asuntos Económicos del Consejo Federal de Inversiones y como Asesor Especial del Secretariado Permanente del SELA.