Para comprender la situación, que está poniendo en cuestión incluso las relaciones internacionales de países históricamente amigos, es imprescindible partir de algunas realidades axiomáticas: 1 – La libertad de mercado en el mundo de la energía es inexistente, desde siempre. 2 – Ese mercado oligopólico está en manos de una docena de multinacionales entre las que se encuentra REPSOL. 3 – Los gobiernos son, en buena parte de forma voluntaria, actores secundarios.
Como es bien sabido, la garantía de suministro, incluso antes que el precio, es inapelablemente la primera condición a cubrir y esta es la principal obligación de los gobiernos, ya que si algo no perdonan los ciudadanos de este mundo, culturalmente consumista, son las restricciones y apagones.
Argentina a través de sus gobiernos decidió poner el futuro de su política energética en manos de cuatro multinacionales, cediéndoles el control de más de los 2/3 de su capacidad de producción y refino (REPSOL-YPF, Panamerican Energy , Petrobras y Shell), solo YPF pesa casi el 50% de total argentino.
Tanto el gobierno Menen, que privatizó el sector hidrocarburos, como, sobre todo, los gobiernos Kirchner, se preocuparon mucho en sus acuerdos con la multinacionales de fijar un reparto de los dividendos favorable a los accionistas amigos, pero se preocuparon mucho menos del destino de los beneficios a actividades de exploración de nuevos yacimientos, a pesar que una política adecuada en ese tema habría permitido, durante mucho tiempo, la autosuficiencia argentina tanto en petróleo como en gas, y que ese dato ya era suficientemente conocido.
El sector productor de hidrocarburos depende de grandes inversiones que exigen un largo plazo de explotación, por lo que la calidad institucional de un país, condiciona fuertemente los niveles de inversión, especialmente los realizados en exploración. Argentina es un país de débil seguridad jurídica y con reglas de juego históricamente inestables. Así pues las multinacionales se han dedicado a la extracción, el refino y la distribución, es decir al negocio de menor plazo y, en consecuencia, menor riesgo que el de exploración, desatendiendo en buena parte alguno de los compromisos adquiridos, eso sí menos explícitamente que los de reparto de dividendos, los de la garantía de suministro del país anfitrión.
El resultado: Un país teóricamente autosuficiente tiene que importar desde hace años grandes cantidades de hidrocarburos, pasar de tener un balance positivo de 6000 millones de dólares a un déficit de más de 4000, en menos de 5 años, a parar su desarrollo industrial en algunos sectores por falta de energía, e incluso a tener dificultades con el confort de sus viviendas y con el suministro normal de sus vehículos.
Conclusión, la mala gestión de los gobiernos argentinos, en especial la decisión vital de dejar su futuro energético en manos de multinacionales, y las propias decisiones de esas multinacionales, primando sus cuentas de resultados inmediatas, incluso incumpliendo algunas de sus obligaciones, las menos rentables, (y de eso si que es culpable YPF), han puesto a los gobiernos ante unas circunstancias de conflicto. Al argentino ante sus ciudadanos y empresarios y al español ante posibles dificultades de suministro (REPSOL también pesa demasiado en el mercado español), eso sin contar el recorte del flujo de beneficios económicos para los accionistas y el Estado españoles, en muy mal momento.
En este tema, como en otros, lo del buen funcionamiento del mercado es pura invención mal intencionada, los posibles y precarios equilibrios de la energía mundial solo pueden funcionar, mínimamente bien para los ciudadanos, si son Comercio de Estado, con total control público.