jueves, 19 de abril de 2012

Palabra de Borbón – Antonio Campos Romay

Antonio Campos Romay
Con gran sentido teatral, midiendo palabras y tiempos, el Jefe del Estado salio de su habitación hospitalaria cariacontecido, compungido como niño pillado en falta y rogando disculpas sin precisar porque. Por fortuna se le veía francamente recuperado de su cadera severamente dañada en una inoportuna caída ya muy avanzada la madrugada, al tropezar en un escalón seguramente mal colocado. Era un 14 de abril y el Sr. De Borbón no extremó el cuidado debido, ante fecha tan perturbadora en la historia familiar.

En la telegráfica intervención, ante la que los hagiógrafos y cortesanos de oficio hacen la ola como no podría ser de otra forma, vino a decir, “Vale me equivoqué, (sobre todo porque me pillasteis). Lo siento y no volverá a repetirse”. ¿Era una disculpa difusa por la antiestética  masacre del indefenso Dumbo? ¿Por la oscura financiación del viaje? ¿Por el alegre y desenfado sarao en compañía de personas de ambos sexos que le acompañaban haciendo caso omiso de la discreción o la prudencia? ¿Por un safari de lujo a “cuerpo de rey” en un continente en el que mueren de hambre por millones mientras en España los pensionistas de con menos de 600 euros tienen que pagar el 10% de la medicación con la subsiguiente reducción de su ya menguada capacidad de subsistencia? ¿Por ausentarse del país sin comunicárselo oficialmente al Gobierno? ¿Por el hecho de que mientras gozaba de la cetrería en el país en el que ejerce la Jefatura del Estado, la prima de riesgo se disparaba de forma tan temeraria como la escopeta de su nieto y todas las alarmas estén encendidas y la situación al borde de la quiebra económica? ¿Por qué todos los sucesos que aquejan a su Real Casa y al País no son suficientes para frenar su libido de cazador? ¿O de forma indirecta estamos ante un mensaje de su voluntad de permanencia con propósito de enmienda dirigido a frenar a los que apuran la sucesión dinástica, entre los cuales su heredero no es de los menos entusiastas?

Despierta cierto interés conocer mientras el Sr. De Borbón estaba fuera del país en unas vacaciones tan merecidas como oportunas por la bonanza que vivimos, quien ostentaba la Jefatura del Estado. O quien la ostentaba las 2 o tres horas que estuvo bajos los efectos de la anestesia total. ¿O podrá colegirse por esta indeterminación que la trascendencia de la Jefatura del Estado no es la que presumimos para los intereses comunes?

Son muchas las curiosidades a satisfacer. Incluso habrá quien se pregunte revisando el viejo mantra del servicio prestado el 23-F (si tal hubo) que parece justificar los años de escuderos fieles rodeando de muros de silencios el comportamiento de la Corona, ¿Lo que hizo, (si es tal como cuentan), no fue simplemente cumplir con su deber de Jefe del Estado y con su juramento? El ultimo claro. El realizado a la Constitución de 1978. Cumplió sus obligaciones constitucionales. ¿O es que cabria temerse otro comportamiento? Con autentica gallardía y en situación muy dramática lo hicieron el Presidente  Sr. Suárez y el general Gutiérrez Mellado.

Hoy tenemos la palabra de un Borbón arrepintiéndose de algo en público. No especificó de lo que, pero se supone. El sabrá la verdadera dimensión que le acucia a tan insólita excusa. Un gesto forzado por las circunstancias tras haber sido descubierto de forma poco airosa... Nos promete al tiempo que no se repetirá. Palabra de Borbón. Como tal debe tomarse.

El 7 de noviembre de 1823 el general Riego era ahorcado y descuartizado en la Plaza de la Cebada de Madrid por acaudillar la restauración de la Constitución. “La Pepa”, que hoy alborozados celebramos su Bicentenario. Seguramente Don Rafael en sus últimos momentos no dejaría de pensar acerbamente en la “palabra de Borbón” empeñada por Fernando VII tras el triunfo del movimiento en 1820 jurando “La Pepa”: «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional»...