miércoles, 25 de abril de 2012

Cinco lecciones sobre diplomacia global – Javier Solana Madariaga

Javier Solana Madariaga
Estados Unidos no es un país cualquiera y su presidente no es un político cualquiera. Quién sea y las decisiones que tome afectan a miles de millones de personas en el mundo. No hace falta decirle al presidente Barack Obama que el mundo está confuso y complicado o enumerarle la lista de cosas que habría que hacer. Esperamos que el sr.  Obama y su equipo hayan tomado nota de los países donde se han producido avances muy importantes en los últimos años: China, Indonesia, Brasil o Europa Central, por citar algunos.

Los éxitos saben cuidarse por sí mismos. Es de los problemas y de los fracasos de los que tendrá que ocuparse él y los demás. En muchos casos comprendemos la naturaleza del problema y hasta sabemos cómo podría ser la solución. A veces -en Oriente Medio, por ejemplo- lo hemos sabido desde hace años. La verdadera cuestión es cómo llevarla a cabo. Por supuesto que cada país es diferente y cada problema, específico. Pero la experiencia a través de los años (incluida la mía) sugiere algunos conceptos clave para acometer problemas internacionales.

Primero, la solución es siempre política. Guerras civiles, conflictos entre Estados, problemas con la energía, cambio climático o no proliferación nuclear, todo esto requiere acuerdos políticos que tengan en cuenta los intereses de todas las partes involucradas. El poder es algo más que la mera potencia militar o financiera; la legitimidad es importante también. A veces, es el elemento más importante. No habrá solución en Palestina que no tenga en cuenta los derechos de los palestinos, por débiles que puedan parecer.

Segundo, una intervención siempre debe servir a una estrategia política y debe tener en cuenta que una política exterior para unos es siempre una política interior para otros. Las políticas interiores importan porque limitan lo que puede alcanzarse en unas negociaciones (por ejemplo, en cuánto se pueden reducir las emisiones de dióxido de carbono o en cuánto se pueden rebajar los aranceles comerciales). No es el caso de cuando se trata de una disputa sobre el control o la legalidad del Estado (tomemos como ejemplo la república Democrática del Congo o Irak). En los Balcanes y en otros lugares, la meta del manejo de una crisis ha sido crear un espacio para que funcione la política. Pero que la política funcione es algo que nadie desde fuera puede conseguir; sólo lo pueden hacer los ciudadanos locales.

Tercero, las personalidades y la confianza son esenciales. En una crisis, cuando las instituciones y el orden se rompen, un puñado de líderes es clave. Se requiere valentía para arriesgar su futuro para conseguir un acuerdo. La razón por la que el trato con Irán sea tan difícil es la falta de confianza. Por ambos lados. Establecer aunque sea sólo la confianza suficiente para -por lo menos- hacer negocios juntos, ha sido mi primer objetivo. Los éxitos diplomáticos sólo son posibles cuando los negociadores están dispuestos a aceptar riesgos gracias a la confianza que han generado entre si.

La confianza necesita ser respaldada con acciones tangibles: tropas para controlar un alto el fuego; entrenadores para formar policías; observadores para procesos electorales o control de fronteras; garantías militares y asistencia al desarrollo. La Unión Europea tiene observadores para el alto el fuego en Georgia y está ayudando a desarrollar un cuerpo de policía o fuerzas armadas desde la R.D. del Congo hasta Afganistán y desde Kosovo hasta Palestina. También han sido observadores de muchas elecciones.


Enviar observadores puede parecer algo sin importancia pero, la mera presencia de observadores extranjeros, cambia los comportamientos. Al igual que en la Física, el acto de observar modifica el comportamiento de las partículas; así que en vez de producir incertidumbre, los observadores políticos reestablecen la confianza.

Cuarto, ningún país, ni siquiera los EEUU, puede resolver los problemas por sí solo. El problema nuclear con Corea del Norte camina lentamente hacia adelante con conversaciones que incluyen a China, Japón, Corea del Norte y Rusia. La Unión Europea ha logrado sus mayores éxitos cuando ha trabajado conjuntamente con otros: con las Naciones Unidas en el Líbano; con la Asociación de Naciones del Sureste Asiático en Aceh (Indonesia); con los EEUU en todas partes. La debilidad de la cooperación en la región de Oriente Medio es tanto síntoma como causa de  crisis políticas continuas. Es significativo que los Estados árabes hayan escrito cartas colectivas al sr. Obama sobre el proceso de paz en Oriente Medio. Nosotros, como Unión Europea, nos hemos hecho eco de esta llamada para empujar un acuerdo.

En los Balcanes, la Unión Europea y los EEUU han trabajado conjuntamente de forma sólida. Igual lo han hecho la OTAN y la Unión Europea. Una de mis primeras experiencias como Alto Representante, fue cuando trabajé con el secretario General de la OTAN en Skopje para lograr un acuerdo constitucional en comunidades eslavas y albanesas. Sirve esto para recordar que casi todos los problemas son regionales y que es esencial que se involucren los vecinos. Pero cada vez más, la diplomacia se trata de algo más que movilizar a los Estados. Necesitamos encontrar formas de aprovechar la experiencia y los recursos de organizaciones no gubernamentales y empresas para estimular a los individuos para que alcancen sus metas en común.

Quinto, el mejor momento de tratar un problema es en el instante en que surge, antes de que se consoliden las posturas (idealmente, antes de que nadie se haya percatado de que existe un problema). Pero si esto falla, necesitamos estar preparados para ser tenaces durante mucho tiempo. La Unión Europea puede ser lenta, pero se le da bien aguantar durante largos plazos.

Por último, el objetivo de la diplomacia es crear reglas pactadas. Reglas para terminar conflictos dentro o entre Estados, reglas para ayudar a enfrentarnos a los grandes temas de nuestros tiempos: el cambio climático, la no proliferación y una economía global abierta.La acumulación de reglas, procedimientos e instituciones suena como un trabajo tedioso, pero es sobre esto que se edifica una civilización global. Las reglas acordadas hacen que los Estados estén seguros y las gentes sean libres.