domingo, 4 de marzo de 2012

"La conquista de lo cool" - Entrevista a Thomas Franck

FranckThomas
Thomas Frank (Kansas City, Missouri, 1965) es autor de relevantes obras del pensamiento político contemporáneo. Recientemente ha publicado en España "La conquista de lo cool" (Alpha Decay, 2011), un ensayo que retrata la contracultura de los sesenta, como otro paso hacia la espiral consumista, y que analiza desde la izquierda americana como funciona el sistema. Thomas Frank colabora en The New York Times, Harper’s Magazine, Le Monde Diplomatique y ha sido colaborador de TheWall Street Journal.

La nueva obra explica el desconcertante giro a la derecha de gran parte de las clases populares del país, que pasaron de votar demócrata a apoyar las candidaturas de los Bush o a integrarse en el movimiento Tea Party. Frank se atreve a señalar un culpable de este fenómeno: el reblandecimiento del discurso de la izquierda tradicional.

¿Qué aprendiste escribiendo "La conquista de lo cool"?

En mi entorno se hablaba mucho de cómo las grandes empresas habían colonizado la contracultura, pero no teníamos claro cómo funcionaba ese proceso en la práctica. Se solía interpretar como un acto de hostilidad del sistema frente a su mayor enemigo. Tras la investigación, me quedó claro que las empresas no consideraban la contracultura como un adversario, sino como un fenómeno social poco amenazante, incluso un complemento del capitalismo del consumo. Hablo de la contracultura en sentido estricto, excluyendo la llamada Nueva Izquierda y el Movimiento de los Derechos Civiles.

Explicas que la industria de la publicidad usa el hippismo como modelo para asimilar subculturas alternativas.


Cuando surge un movimiento juvenil siempre lo encajan en los eslóganes más tópicos de la era hippie: sé tu mismo, exprésate, no te conformes. Incluso el punk-rock, una escena donde abundan los mensajes duros contra el sistema, puede reducirse fácilmente a sus aspectos más superficiales e inofensivos.

Ahora son las empresas de informática las que más utilizan el lenguaje contracultural. A mí me parece que la izquierda se ha contagiado en parte de esa lógica. Algunos parecen convencidos de que las redes sociales y los teléfonos inteligentes van a crear automáticamente una sociedad más justa y horizontal.

La industria informática es hija de la contracultura. Basta ver el eslogan escogido por Apple: “Piensa diferente”. Respecto a las ilusiones tecnológicas es verdad que la izquierda cae en ello, pero es la derecha quien ha sacado más provecho de ese determinismo. Se las han apañado para convencer a todo el mundo de que internet ha acabado con la jerarquía empresarial. Se impone la idea de que gracias al desarrollo informático el triunfo del verdadero “mercado libre” es inevitable e imparable.

La industria de la publicidad parece un monstruo difícil de combatir. ¿Cómo se hace para evitar su influencia?


Todas las campañas publicitarias deberían estar sujetas al escrutinio de agencias estatales reguladoras que comprueben la veracidad de la información. Esto en EE.UU. se hace (o almenos se hacía). La sociedad debe tener también la capacidad de restringir productos dañinos, como ha ocurrido con los cigarrillos.

En el plano personal podemos resistir con armas como la crítica, la ironía, el escepticismo y el sarcasmo. Aparte de esto, siempre he pensado que la única manera de pelear contra la mercadotecnia es luchar contra el sistema que la creó.

El movimiento Ocuppy Wall Street debe ser más activo. No pueden permanecer simplemente sentados en una plaza. Tienen que actuar o están condenados a desaparecer”. No soy partidario de celebrar la violencia ni espero que ningún movimiento que yo apoye se convierta en violento, sobre todo porque eso mataría al movimiento mismo. Lo que espero es que OcupaWall Street consiga poco a poco ser más relevante para la población de EE.UU. Me parece crucial empezar a hablar sobre cambios en la vida cotidiana de la gente. OcuppyWall Street está solo al comienzo de ese camino. Queda mucho por recorrer.

Hace unos años decías que “los políticos de izquierda en EE UU no entienden la furia de la gente corriente”. ¿Hay excepciones a esa insensibilidad?

Un montón, sobre todo dentro del movimiento sindical. También puedo citar candidatos al Senado como Elizabeth Warren, de Massachusetts. Podría dar más nombres del Congreso y el Senado. Los que menos comprenden el enfado de la gente común son quienes rodean al presidente Obama. Parece que la izquierda de EE.UU. tiene problemas para articular sus propios medios de comunicación más allá de unas cuantas revistas y páginas web. Estoy pensando en el cierre en 2010 de una emisora de izquierdas como Air America Radio. ¿Qué es lo que falla?

Eso es parte fundamental de nuestra debilidad. La derecha tiene Fox News y nosotros, si acaso, algo tan tibio como MSNBC. Siempre digo que si hubiera una Fox News de izquierda, evitaría trabajar en ella. El sentido crítico debe estar siempre por encima de tus inclinaciones políticas. Los bustos parlantes de Fox News se limitan a repetir las consignas que les mandan cada día desde arriba.

El modelo actual de contestación de la izquierda en EE.UU. es la universidad, donde la gente trabaja en proyectos solitarios y luego se reúnen con otros colegas para discutir sobre quién ha matizado mejor unos detalles mínimos. Se pierde mucha energía en pequeñas escaramuzas internas. La derecha, en cambio, comprende que forma parte de un proyecto colectivo. Esto es irónico, ya que se supone que ellos defienden el individualismo del emprendedor solitario. Otro problema de la izquierda estadounidense es que son reacios a la protesta y a rebajar su discurso al nivel de la gente corriente. Prefieren sentarse en el sillón y reírse de lo zafios que les parecen los conservadores, de cómo alguien puede ser tan bobo como para rechazar a Darwin, etcétera.

¿Es posible generar debate en EEUU. escribiendo ensayos?

No mucho. Apenas nadie lee libros, menos aún si el texto contiene tesis fuera del consenso y del “discurso amable y educado”. Algunas críticas que me han hecho en el Washington Post y el New York Times demuestran que la disidencia no es apreciada. Por otra parte, creo que tengo más posibilidades de generar debate ahora que hace 12 años, ya que la crisis financiera ha ensanchado el campo teórico de lo que se considera aceptable. Durante un tiempo incluso he sido columnista del Wall Street Journal. Me dieron uno de los mayores altavoces del periodismo estadounidense, que abandoné de forma voluntaria para trabajar en Harper’s Magazine. Te pongo un ejemplo del cambio: en el año 2000, cuando escribí el libro One Market Under God, criticar la concentración excesiva de riqueza se consideraba una extravagancia. Ahora es una postura bastante común en los medios masivos.

Háblanos de tu obra Contracultura y sociedad de consumo.

 
Aunque éste es un estudio de la forma de pensar de la empresa, es inevitable que asimismo sea un estudio de la disidencia cultural: de lo que prometía ser, de lo que significó, de sus posibilidades y, más importante aún, de sus limitaciones”. El nacimiento de la sociedad de consumo, trasplantada sin muchos matices desde EE.UU. al resto de países de Occidente, y su relación con la sociedad contestataria de finales de los ‘60 y los ‘70 establecieron un lenguaje que, con pocas alteraciones, llega hasta hoy.


Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/La-derecha-funciona-como-un.html