jueves, 23 de febrero de 2012

Los derechos sindicales también son derechos humanos - Isidoro Gracia Plaza

En palabras de un sindicalista cubano, perseguido por ejercer como tal y denunciar los incumplimientos del régimen de su país: “Los derechos sindicales no son obra de la naturaleza, ni el fruto de la espontaneidad, ni han sido ofertados por los Estados, ni los patrones.

Han sido conquistas alcanzadas por los trabajadores y sus organizaciones representativas, a través de difíciles luchas, sufrimientos y sacrificios. Los derechos sindicales son universales, inalienables y les pertenecen a todos los trabajadores y a sus organizaciones sindicales”.

Es mi opinión, que los que en estos momentos de crisis atacan lo que ellos califican de privilegios de los sindicatos, se alinean claramente con la política actual de los hermanos Castro en esta materia. Además en muchas ocasiones (casi siempre) lo hacen  utilizando falsedades, que no por repetidas se convierten en verdad, medias verdades o anécdotas individuales generalizadas, de forma muy similar a como hicieron, en su día, para llegar al poder, personajes como Mussolini, en el proceso de apartar de su camino a las  organizaciones que pudieran estorbar sus planes. Con lo que se cierra un extraño círculo que comunica dos de los extremos políticos.


Tienen que conocer los ciudadanos, que los Sindicatos son unas organizaciones que fueron testigos y actores de los levantamientos obreros, agudizados por la grave crisis económica del momento, que contribuyeron decisivamente a la abolición de la esclavitud en Inglaterra, hacia 1840. O que los movimientos revolucionarios de los años inmediatamente  posteriores, en toda Europa, con exigencias tanto de carácter político como social, son los que llevaron al nacimiento de lo que hoy  se conoce  como Derecho de Trabajo. Y que es muy evidente que en cada uno de los avances en lo que llamamos el Estado de Bienestar, del que disfrutamos en Europa, y en menor medida en España, (Educación, Sanidad, Pensiones y Servicios Sociales) han estado presentes los Sindicatos como motores de impulso. Por lo que cada pequeña pérdida de poder o influencia sindical nos envía en una dirección que tiene su origen en la esclavitud y ausencia de  derechos.


A los que critican los métodos, hoy extremadamente moderados, de lucha y defensa de los intereses de sus afiliados, hay que recordarles que incluso la doctrina social de la Iglesia católica acepta que: “los sindicatos modernos han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo de trabajo y ante todo de los trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción” , que “la actividad de los sindicatos entra indudablemente en el campo de la política”, e incluso la huelga “es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones “, con los limites “del bien común de la sociedad”, “no estar destinada a la eliminación del adversario“ ,o al “ejercicio de la violencia contra los propietarios”.


Dicho y aceptado, por mí, lo anterior, ¿porqué un parado, no afiliado sindicalmente, va a  aceptarlo?