Jacinto Parga Fdez. |
Un explícito populismo sintetizaba la receta del éxito: "Después de encarcelar a políticos y banqueros Islandia vuelve a crecer".
Lo cierto es que hoy todavía hay políticos y banqueros en Islandia. Tal vez incluso, algunos de ellos hayan colaborado decisivamente para que mejoren las expectativas económicas de los islandeses. Pero los principales responsables del crack islandés han sido apartados cuando no encarcelados.
El crecimiento económico se alimenta de un intangible que es la confianza.
En España se prevé entrar en recesión en el próximo trimestre.
En España no nos fiamos de nuestros políticos, tampoco de nuestros banqueros. Seguramente porque aquellos que alguna vez, nos han engañado, todavía están hoy en disposición de volver a hacerlo.
Y así lo atestiguan las propuestas económicas y tecnócratas que obligan asumir sacrificios en lugar de exigir responsabilidades.
Para recuperar la confianza, los islandeses primero tuvieron que recurrir a la rebeldía. No contra el sistema, ni siquiera contra el poder establecido, sino contra la desfachatez.
Por ejemplo, es una desfachatez, prestarle 500.000 millones de euros a la banca a un 1% cuando, la deuda de los paises que le prestan el dinero, se ha comprado en el caso de España al 5%, y de Francia al 3%. Negocio redondo para la banca, sacrificio para los ciudadanos.
Rompamos la baraja.
Basta ya de resarcir al infractor o al incompetente y de castigar a los inocentes.
El principio islandés ha sido claro: el que la hace la paga, por muy poderoso que sea. Los que no la “han hecho” no la pagan. Exigencia de responsabilidades, y a partir de ahí, rigor técnico y Política.
Nuestro deber como ciudadanos no es asumir sacrificios, sino exigir responsabilidades.
La mayoría de los ciudadanos de este país, asumen sacrificios cada día. ¿Cómo pedir nuevos sacrificios a quien se tiene que levantar cada día para trabajar y ganarse el sustento? ¿Cómo pedir nuevos sacrificios a quien ni siquiera tiene la oportunidad de trabajar?
Estamos huérfanos de solidaridad en la acción política, y sobrados de desfachatez disfrazada de tecnocracia.
La salida de este laberinto, pasa por librarnos de este juego absurdo que deposita las riendas de la acción política en adinerados financieros y apocados políticos, entre cuyos valores no está el de la solidaridad. Antes de asumir recetas económicas, analicemos su naturaleza política, y la escala de valores de sus prescriptores, a la luz de su trayectoria y compromisos vitales.