lunes, 21 de noviembre de 2011

"HASTA PRONTO, HASTA SIEMPRE..." - ANTONIO CAMPOS ROMAY

José Luis R. Zapatero
Unas de las pocas palabras amables que le serán dadas escuchar estos días al presidente Rodríguez Zapatero proceden de la cantautora Ana Belén. "Me gustaría que las cosas fuesen de otra manera, que tanta gente no estuviera pasándolo tan mal, pero no oirás decir de mi boca que estoy desengañada o desencantada",

En su tierra natal al calor de los suyos se despidió de la política en la que puede ser una de sus últimas presencias públicas. Quizás mientras hablaba, en su mente aleteasen Breno y su vae victis ó el alegato de Castro al ser enjuiciado por el asalto al Cuartel de Moncada, “la historia me absolverá”. Con una sonrisa tal vez nublada de melancolía, hizo gala de modestia y dignidad y terminó  su palabras con un, hasta pronto, hasta siempre, que es una forma de decir adiós sin acritud.

Una sociedad cainita como la nuestra se toma su tiempo en denigrar una persona antes de devolverla a su justo termino. Su miseria moral la caracterizan los que abucheaban al presidente cuando ejercía su derecho constitucional al voto, o usan el toque de oración en un desfile para destilar bilis. Lejos está el tiempo en que se le reconozca como el presidente de los derechos civiles y sociales. De nuevas fronteras de libertad. De la solidaridad y de la reparación de lo que se tapó con  manto injusto. De los derechos de la mujer. Sus esfuerzos en favor de la paz en Euzkadi, legando a su marcha la derrota de la banda criminal. De esforzarse para que la crisis no golpease con toda su brutalidad a los más débiles…

Si se subrayan sus errores de cálculo. Que no fueron menores  en algunos aspectos. Pero no más que los de muchos de sus colegas europeos y americanos.  O el poco acierto en la elección de algunos de los miembros de sus gobiernos. Lo que lamentablemente no deja de ser cierto. En cambio, tardará en aceptarse su gallardía al no rehuir por intereses personales ni de partido su compromiso con los intereses de  España sabiendo que el caería en el empeño irremisiblemente.

Con un entusiasmo legitimo, pero no enteramente comprensible, en orden al liderazgo mostrado y a la exposición de sus compromisos, una gran parte de la ciudadanía poniéndose el mundo por montera otorgó plenos poderes al Sr. Rajoy. Lo hizo con tal afán que casi recuerda el “vivan las cadenas” decimonónico, aquel grito de un pueblo enervado que recibió al menos recomendables de los Borbones Fernando VII, que llegaba de un placentero exilio. 

Haría bien el Sr. Rajoy no olvidar la veleidad de los afectos y desafectos de este país. Vale al caso la frase del chulapo que vitoreaba infatigable la entrada en Madrid  de otro Borbón, Alfonso XII, tras el golpe militar de Martínez Campos. Decía el tal chulapo cuando el rey de espadas Alfonso le agradecía el entusiasmo, “pues no vea Su Majestad como gritábamos cuando echamos a la p…de su madre.”

Al Sr. Rajoy hay que felicitarlo por su triunfo. Rotundo y abrumador. Conseguido en un ejemplo de economía del esfuerzo. Capaz de captar, con más mutismo que transparencia, tal depósito de confianza. Y sin pagar factura por algunas deslealtades institucionales notorias más allá de lo que es el marco de una de una resuelta oposición, hasta poner en riesgo no al gobierno, sino los intereses del país. Mayo de 2011 no será el más honorable recuerdo para el Sr. Rajoy y su formación política, con un comportamiento que permitía colegir la subordinación de los intereses de España ante la prioridad de obtener cuanto antes el poder, a cualquier precio. Incluso a coste de que el país fuese intervenido.

Don Mariano acumula el poder más absoluto que ningún líder democrático tuvo nunca. Estado, comunidades,  ayuntamientos, diputaciones, la inmensa mayoría de los medios de comunicación, el afecto de la banca, la bendición de la patronal y el beneplácito de la Conferencia Episcopal. Y la muletilla inestimable, de “la herencia recibida”. En estos momentos, con la magnitud del poder acumulado en sus manos no puede ya seguir apelando al recurso del silencio o la vaguedad. Es la hora de mostrar su merito y solvencia. Y de exigirle respuestas sin excusas ni paliativos. Múltiples y muy graves fueron sus descalificaciones y las de sus aláteres sobre la administración saliente y las palabras siguen vivas  en las hemerotecas. Las soluciones taumatúrgicas del PP ante la crisis y el devenir de España tantas veces vendidas y ponderadas es hora de  confrontarlos en la realidad cotidiana.

Por el bien común, el Sr. Rajoy merece un voto de confianza y lealtad institucional. Las que el negó sistemáticamente al presidente saliente y por las que ahora seguramente clamaran él y sus colegas desde el primer día. Sus cien días deben ser generosamente amplios. Con una generosidad que el PP jamás tuvo en estos años, y menos sus conmilitones de los lobbys mediáticos. Da igual. Lo que está en juego, es nuestro futuro. Si este hombre fracasa…y para su desgracia y la nuestra, el tiempo está tasado, alguien nos enviará un Van Rompuy con la alternativa bajo el brazo…