martes, 20 de agosto de 2013

Miscelánea anual en periodo de crisis - Isidoro Gracia

Confieso que yo solo creo en supersticiones, dichos populares y refranes cuando son favorables a mis intereses o intenciones. El que 2012 fuera año bisiesto, o que el actual terminara en un número que algunos consideran nefando, no encendieron ninguna  alarma en el panel mental.

Después de hacer balance de lo sucedido en mi entorno territorial (Galicia, España, Europa) quizá tenga que revisar mis convicciones. Analizando cualquiera de los temas generales que afectan al ciudadano normal: la economía, la política y su resumen: la sociología, para los clásicos la sociología era el resumen de las ciencias que permitían el buen gobierno, podemos constatar que:


-          Todos los grandes parámetros económicos que terminan impactando en el bienestar del ciudadano, y en el grado de igualdad en el disfrute de ese bienestar (deuda, déficit, crecimiento) han empeorado. Y cuidado que parecía fácil mejorar los números de 2011. Es más la factura se ha trasladado directamente a los más desfavorecidos, olvidando el origen de la crisis, y son los directamente responsables los que están cobrando esa factura.


-          Los viejos fantasmas que llevaron a las guerras que sufrieron estos territorios: nacionalismos desbocados hasta ribetes tribales, extremismos religiosos (todos y no solo los islámicos), clasismo darwiniano, nos agobian y rodean. No solo en el muy próximo mediterráneo. Los discursos basados en esas filosofías han llevado a nuestros parlamentos e incluso a gobiernos muy occidentales, a políticos de intenciones nada oscuras.


-          La sociedad, la muy manipulada opinión pública, permanece, salvo excepciones aún minoritarias, ajena al hecho de que la fuerza indispensable para cambiar el rumbo está en ella misma. Eso sí, cuando  esté agrupada y empuje en la dirección correcta. Por el momento prefiere creerse estúpidamente todas las maldades que les cuentan sobre los sindicatos, los partidos políticos aún democráticos (subrayo el aún) y cualquier otro movimiento que intente organizar mínimamente el uso legal y democrático de la fuerza. Continuamos cayendo en la trampa de sustituir justicia por caridad, administrada en su mayor parte por organizaciones de origen religioso.


Imaginemos que, democráticamente, votamos en toda Europa a los partidos que propugnen una sola medida legal, consistente en hacer delictiva la mera relación con cualquier paraíso fiscal. Para mí está claro que el mero hecho de tener una cuenta, una oficina o un representante en un paraíso fiscal tiene como objetivo la defraudación.


O imaginemos que todo aquel europeo que vive de su trabajo, manual o intelectual, se afilia a un sindicato en vez de criticar a los que hoy prestan ese servicio impagable, en Europa somos más de 300 millones. ¿A que las condiciones laborables serian muy diferentes?


Observo que aún no he caído por completo en el dicho de Mao: “La fuerza está en el fusil”. Al parecer mantengo mis creencias en las organizaciones democráticas y por derivada en la sociedad que las mantiene.