lunes, 12 de agosto de 2013

La corrupción, uno de los puntos negros en el camino de la recuperación española - Antonio Campos Romay

Nuestro trayecto camino de la recuperación económica esta repleto de puntos negros muchos de las cuales son ignorados temerariamente por la clase dirigente. La corrupción no es el menor de ellos.

De forma temeraria, los responsables de la gobernación del país durante esta crisis atípica ignoran sistemáticamente en aras de sus intereses particulares o de clase, la indignación ciudadana ante sus dislates o su lenidad ante los abusos de los poderes económicos. No entienden el hartazgo de quienes tienen soportar la solución de los desequilibrios económicos sin criterio solidario. Quizás una primera respuesta se dibuje en las elecciones europeas, bien con una  abstención histórica, o unos resultados que recojan esa indignación latente en una ciudadanía que se siente vituperada por un gobierno cuya legalidad no está en cuestión, pero cuya legitimidad moral naufraga ante su sectarismo y carencia de sensibilidad en la gestión de los recursos públicos.  Una advertencia severa a los partidos mayoritarios, dinásticos, asociados a un determinado sistema plasmado en esta II Restauración, que se muestran sordos al clamor de la calle.

 El termómetro social sigue aumentando su lectura tras tres años de inmisericordes tijeretazos económicos, sociales, laminación de derechos, derroches alocados y promesas quebrantadas. Completados con la aplicación de unas políticas intransigentes, cuando no suicidas y subordinadas a intereses foráneos en detrimento de la ciudadanía.

Uno de los puntos negros de mayor virulencia es  la corrupción.

Uno de los puntos negros de mayor virulencia y actualidad, es la visualización de niveles de corrupción tanto económica como en los comportamientos y procedimientos democráticos.

Es lamentable asistir al espectáculo de imputados por delitos económicos o fiscales cuyas causas prescriben o se anulan por defectos de forma. Donde el más dañado es el juez que abre la causa. El caso Naseiro recupera vigor a día de hoy, cuando su forma de exoneración, sus procedimientos y magisterio forman una cadena en las finanzas del Partido Popular. La Tesorería del PP y sus sucesivos responsables recuerdan  “La escuela de rameras” de Aretino, donde la vieja prostituta Nanna le enseñaba a su hija Pippa los secretos del negocio.

No hay concordancia entre el esfuerzo que se le exige a la sociedad y los comportamientos del estamento político. El descontento se refleja en la encuestas de opinión y se incrementa si cabe ante el estupor del permanente transito de los representantes de las instituciones por las instancias judiciales, desde la jefatura del estado hasta las instancias locales.  

Una  corrupción que  no es ajena a la acidez, suspicacia y oportunismo  con que se observa nuestro escenario desde el seno de la UE degradando nuestra posición. Decepciona  señalar la inoperancia ante la misma.  Tanto como ver envuelto al jefe del ejecutivo, en un caso cuya resonancia copa titulares en la prensa nacional e internacional, y los indicios crecen en orden a presumir que miente reiteradamente sobre ello. O la presunción de que el partido que lo sustenta haya concurrido fraudulentamente  a las elecciones en los últimos veinte años, con ventaja de medios sobre los demás, derivada de una  financiación anómala.

Se reiteran los anuncios de actuaciones, sin que se tomen medidas expeditivas. La corrupción mina la democracia y debilita peligrosamente la credibilidad en los políticos y en la política misma. La corrupción, - los auspiciadores de esa poco afortunada iniciativa “marca España” debieran saberlo -, desincentiva la inversión, poniendo trabas al  normal funcionamiento del mercado interior y tiene un evidente impacto negativo sobre las finanzas públicas y en la imagen país.  Por vía de ejemplo, en el caso de la lucha contra el fraude, una política mejorada de lucha contra el mismo, seria ridículo pensar se arbitra con  la peregrina idea de la Sra. Bañez, invitando al chivatazo anónimo del vecino violentando el principio administrativo de la improcedencia  legal de las denuncias anónimas.

 De forma unidireccional se implementan alegremente medidas de austeridad e impositivas para reordenar las finanzas, ignorando que un factor como la corrupción es parte capital de la patología que ha impulsado  la crisis económica. La burbuja inmobiliaria es la definición por excelencia.

En su ceguera la clase política que dirige el país no parece tomar conciencia de que determinadas actuaciones reflejadas en los brutales recortes del gasto público, el empobrecimiento salarial, las pensiones, los derechos sociales, etc., comportan severos trastornos para la convivencia armónica,  Se carcome la vocación democrática y el  reconocimiento de la misma como pilar de coexistencia, al tiempo que se devalúa   como marco de legitimidad.

El déficit de la transparencia en los partidos políticos, – elementos sustanciales en el ordenamiento democrático y constitucional-,  y de sus mecanismos internos contribuye a tan nefasta deriva. Aducidos en su funcionamiento por lo que se da en llamar “el aparato” y al amparo de una obsoleta ley electoral, se corrompe el contrato social entre la ciudadanía y sus representantes inhabilitando a aquella para el control de estos.

En tanto, la actual clase política dirigente, enmarcada en el bipartidismo monopólico, sigue inconsciente de la realidad,…De triunfo en triunfo hasta la derrota final.