John Müller |
- Perdón, pero la paga extra se la van a devolver, ¿no?- replico.
- A partir de 2015... mira, nosotros estamos todos los días trabajando con ellos que son los que hacen este dificilísimo trabajo de elaborar las reformas y sabemos lo que les pasa.
Lo cierto es que las algaradas callejeras contra los ajustes sólo se agudizaron cuando alcanzaron al sector público. Los puestos de trabajo privados, en cambio, han muerto en silencio. Y se ve que el trato con funcionarios cabreados erosiona mucho la convivencia en las dependencias públicas. Por eso, lo peor del Consejo de Ministros del viernes es comprobar que un ejecutivo plagado de altos funcionarios (registradores, abogados y técnicos comerciales del Estadio) es incapaz de reformar a su propia casta.
Ni hemos recortado lo suficiente para crecer de manera virtuosa, ni hemos gastado lo suficiente para estimular el crecimiento
A Cristóbal Montoro se le notó la irritación contenida cuando se le preguntó por la reducción del gasto público. Dijo que "se nos olvida lo que llevamos recorrido y la gente que ha perdido su empleo en la Administración Pública". Los datos cantan: desde enero de 2012 se han eliminado 259.000 empleos públicos, más o menos los mismos que se crearon desde 2007 hasta septiembre de 2011, según la EPA.
De hecho, la dotación del Estado todavía está un poco por encima (85.000 empleos) que cuando empezó la crisis. En cambio en el sector privado han desaparecido más de 3,2 millones de empleos.
Es en el empleo donde más se nota que el peso del ajuste lo soporta el sector privado. Pese a lo cual, los altos cargos responden molestos cuando se les enfrenta a su poca eficacia en el ahorro. Veamos el caso de la paga extra de los funcionarios. Se la devolverán a partir de 2015. Pero ese mismo año, a usted no le devolverán la tarifa del IRPF que tenía en 2011, como habían prometido. Tendrá que seguir pagando, un año más, el "recargo solidario", probablemente para sufragar esa misma paga extra.
La cuestión de quién hace el esfuerzo de ajuste en la economía es un asunto sensible, que provoca tensiones en el Ejecutivo porque Bruselas y el FMI lo miran con detenimiento. Y ahora está sometida a un concurso de ocurrencias. El viernes, se exhibió una presentación con el impacto de las medidas de reducción de déficit. En el se indica que de los 10,6 puntos del PIB de déficit que debemos reducir, 4,7 (el 44,3%) provendrán de mayores ingresos y 5,9 de los ahorros. El Gobierno lo reparte, además, en el periodo 2012-2015, porque el esfuerzo año a año es muy distinto.
Hay que considerar que muchas cifras que se señalan como ahorros en el gasto público -como el copago farmacéutico o las mayores tasas universitarias-, en realidad son incrementos de ingresos.
Reducción del déficit
En septiembre, cuando Montoro presentó los Presupuestos el mayor esfuerzo para dominar el déficit en 2012 recaía en el sector privado, que había aportado el 56% del ajuste, frente al Estado, que sólo había contribuido con el 44%. En 2013, el ahorro del sector público será de un 58% y el esfuerzo privado un 42%, según explicó el ministro. Está por ver que el Estado sea capaz de mantener este ritmo. El Gobierno asegura que sí lo hará y por eso presenta su ajuste distribuido en cuatro años, pero si uno entra en detalles, sus certezas se derrumban como un flan.
Por ejemplo, si comparamos el cuadro macroeconómico presentado el viernes con el de septiembre de 2012 se constatan varias cosas. Primero, que el Gobierno está convencido de que Bruselas le autorizará un déficit del 6,3% para 2013 en vez del 4,5% que estaba definido en el anterior Programa de Estabilidad. Segundo, que ante las presiones de las comunidades autónomas, está dispuesto a concederles un déficit del 1,4%, el doble de lo previsto (0,7%), una relajación notable. Tercero, que el Estado también está dispuesto a darse un homenaje y aflojar en el ajuste del gasto: si en el cuadro macro de 2012 se preveía una caída del consumo de las Administraciones Públicas del 8,2%, ahora sólo se estima un 4,4, casi la mitad.
En el curso de esta semana, Hacienda intentó hacer ver que el ajuste fiscal no tiene precedentes si se mira en términos de Contabilidad Nacional. Leído así parece que el esfuerzo sólo lo ha hecho el Estado, con un ajuste de 31.890 millones de euros en 2012. Con fuertes ahorros en consumo público (11.275 millones) y gastos de capital (13.903 millones), y un suave aumento de ingresos de apenas 2.373 millones. El ejercicio tiene trampa: en él no se refleja todo el incremento de impuestos que se ha producido para compensar la enorme caída de los mismos que iba a provocar la recesión de 2012.
Alberto Alesina, uno de los expertos que más ha estudiado los procesos de consolidación fiscal, sostiene que es clave para el éxito de un ajuste que éste se base en recorte del gasto público y no en subidas de impuestos. "Las dos formas de reducir el déficit tienen efectos enormemente diferentes: recortar el gasto desemboca en pequeñas y cortas -si las hay-, recesiones, mientras que elevar los impuestos causa recesiones prolongadas". Todo indica que nosotros hemos tomado el camino de en medio, pensando que ahí está la virtud. Como decía ayer The Wall Street Journal, Rajoy nos ha llevado al peor de los mundos: ni hemos recortado lo suficiente para crecer de manera virtuosa, ni hemos gastado lo suficiente para estimular el crecimiento.
El gasto público debido a la crisis ha aumentado casi 10% del PIB desde mediados de la primera década. El Gobierno dice que pensiones, desempleo e intereses de la deuda, que son las mayores partidas, no se atreve a tocarlas. Tampoco los tres niveles administrativos (y a veces cuatro) que tenemos. No sabemos qué es lo que le amedrenta. Así que todo este aumento del gasto público se financia con déficit y con subidas impuestos. Y el déficit con deuda. Nuestro déficit ha sido de casi 500.000 millones de euros en los últimos cinco años. Rajoy solo ha aumentado 22,5 puntos del PIB la deuda en dos ejercicios fiscales y promete seguirlo haciendo hasta 2016. Pero el Estado insiste en que no puede reducir su nivel de gasto.
Artículo publicado en el diario El Mundo por John Müller.