jueves, 10 de enero de 2013

Política y Jueces. Imputaciones y sentencias - Isidoro Gracia

Lo bueno de leer a los clásicos es que la mayor parte de los errores humanos, y los humanos tenemos tendencia a repetirlos, han sido objeto de su análisis y estudio.

Los penúltimos episodios relacionados con resoluciones judiciales que afectan a políticos en activo que son de muy difícil comprensión: La solución pactada al problema de la financiación ilegal de un partido catalán, problema con más de 14 años de trámite judicial, y la imputación expansiva de lo que son representantes democráticos y legítimos de los ciudadanos (concejales y alcaldes principalmente), mediante resoluciones emitidas por jueces, que alargan plazos de tramitación de forma indeterminada, invitan a revisar lo que los clásicos ya concluyeron en sus análisis.


Dos ejemplos servirán. Uno, Montequieu, respecto al papel de los jueces en democracia, proponía que el poder de juzgar no fuera ejercido por nadie de forma permanente ya que: “así el poder de juzgar, tan terrible en manos del hombre, no estará sujeto a una clase determinada, ni quedará exclusivamente en manos de una profesión”. Parece que tenía razón, el modelo de oposiciones fija de forma inamovible en una profesión al que las supera, y deja, de forma casi exclusiva, su autocontrol en manos de los de su mismo oficio, con los que coincidirá grandemente en virtudes y defectos, mientras que el conjunto de los ciudadanos bajo su responsabilidad jamás podrá valorar democráticamente su trabajo, y el valor de sus servicios, lo que hay que recordar si harán respecto a sus representantes políticos. Y dos, Aristóteles, respecto a lo que se entiende por justicia oligárquica y democrática: “parece que la justicia es igualdad, y así es, pero no para todos, sino para los iguales; y la desigualdad parece ser justa….”, concluye: ”la mayor parte de los hombres son malos jueces cuando se trata de las cosas propias”.


Así pues, si nos fiamos de la sabiduría de los clásicos, en democracia conviene poner al menos en el mismo nivel de crítica, sino superior, a los jueces que imputan a electos, que a esos electos, en especial cuando los plazos se alargan “sine die”, los electos pagan democráticamente su permanencia en la imputación, sin obtener sentencia, y el juez que la mantiene no justifica claramente los porqués.