Vicenç Navarro |
Es importante señalar que esta denuncia procede de un movimiento –el movimiento 15-M- que hizo y hace de su exigencia de democracia el punto central de sus demandas. No hay que confundirlo, por lo tanto, con el grito en contra de las instituciones democráticas que ha caracterizado al movimiento fascista -todavía muy extendido en España- al que, aunque se vista de seda, se le puede reconocer fácilmente. Para tal movimiento fascista, el eslogan de que todos los políticos son iguales, es decir, corruptos, sirve a una misión: la de intentar desacreditar, no sólo a los políticos corruptos, sino a las instituciones representativas, presentándolas como intrínsecamente corruptas. El fascismo español siempre despreció el concepto y la realidad democrática.
El movimiento 15-M, por el contrario, denuncia a las instituciones democráticas por sus enormes insuficiencias (basadas en la transición inmodélica que se hizo en España de la dictadura a la democracia), señalando que la corrupción entre los políticos es incompatible con la democracia. En realidad, la corrupción, en contra de lo que dicen interesadamente la derecha y los medios afines a ella, está mucho más extendida entre las derechas (partidos conservadores y liberales) que entre las izquierdas. La relación de los poderes económicos y financieros con los partidos de derecha ha sido una constante, pues su propia existencia estaba basada en su función de defender sus intereses. De ahí que, resultado de esta relación, las oportunidades de corrupción sean inmensas. No es casualidad que tales partidos sean los que han favorecido siempre la opacidad en la financiación de sus prácticas.
Las izquierdas históricamente tuvieron sus lazos con el movimiento obrero, no con el mundo empresarial, de manera que la corrupción era poco común (aunque la derecha siempre se refiere a los sindicatos como grupos de presión semejantes al mundo empresarial como si los primeros tuvieran los mismos recursos que el segundo). La corrupción entró más tarde, como resultado de la complicidad que se ha ido desarrollando entre los equipos dirigentes (y muy en particular en sus equipos económicos) de las izquierdas mayoritarias gobernantes y el mundo financiero y del gran empresariado. En realidad, tal complicidad, resultado del maridaje entre las cúpulas públicas y las privadas, ha pasado a ser un elemento normal que apenas llama la atención, y raramente se denuncia. Esta corrupción ocurre también a nivel municipal, donde el control de la contratación da pie a un gran número de corruptelas. Es una enorme falta de servicio a la democracia que las izquierdas mayoritarias gobernantes hayan sido tan tolerantes con los casos de corrupción y opacidad en las finanzas de los partidos.
Que tal tolerancia se dé en el PP es lo previsible. En este partido es más que tolerancia. Como se está documentando, es una práctica común entre las élites gobernantes de tal partido. Son los herederos de la derecha histórica en la que, cuando gobernaba en un régimen dictatorial, la corrupción era la norma. No es de extrañar que el mismo partido que se movilizó para terminar con la investigación de los crímenes del franquismo, expulsando al Juez Garzón de la judicatura, intentara interrumpir también exitosamente la investigación del caso Gürtel.
Y tampoco es de extrañar que este partido sea el que quiere dar la bienvenida al Sr. Sheldon Adelson para que se establezca en Madrid, ofreciéndole todo tipo de facilidades, incluyendo saltarse la Ley. El propietario de la red de casinos centrada en Las Vegas –uno de los centros de la corrupción en EEUU- es conocido en aquel país como el “gran destructor de la democracia estadounidense”, habiendo pagado 150 millones de dólares (repito, 150 millones de dólares) a los políticos del Partido Republicano (controlado por el Tea Party), para que defendieran sus intereses e interrumpieran la investigación judicial que podría poner en peligro sus ingresos de 6.000 millones de dólares. Este señor, por cierto, es también uno de los que propugnan que las pensiones públicas y el Estado del Bienestar en aquel país son excesivos, tal como las derechas liberales están también sosteniendo en España. La entrada de tal señor en la política española será un aliciente enorme para la americanización de la política, abriéndose el proceso electoral al mejor postor, práctica ya existente, pero que aumentará todavía más, como resultado de la influencia de tal personaje en la política española. Éste es el futuro, por lo visto, deseado por la derecha española, heredera de las fuerzas políticas que implantaron la dictadura.
Está claro, como el movimiento 15-M está exigiendo, que se necesita una revolución democrática que permita la participación masiva de la población en la gobernanza del país, revolución democrática que requiere un cambio profundo de los partidos políticos, tanto en su estructura como en su gobierno y financiación.