martes, 6 de noviembre de 2012

Las cinco claves de la noche electoral - Eduardo Suárez

Mitt Romney y Barack H. Obama

Barack Obama y Mitt Romney se miden este martes en una de las carreras electorales más ajustadas de las últimas décadas. Los sondeos nacionales reflejan un empate entre los candidatos. Pero el presidente llega con una ligera ventaja sobre su adversario en la mayoría de los estados decisivos. Estas son las claves que definirán el nombre del próximo inquilino de la Casa Blanca.

1. La decepción con el presidente

Obama llegó al poder hace cuatro años empujado por el simbolismo que suponía la elección del primer presidente negro y por el trabajo infatigable de millones de voluntarios que recobraron el interés por la política. Pero dejó de ser Obama por el desgaste de la política cotidiana, que le obligó a dejar a un lado sus ideales para recurrir a los trucos que denunciaba en aquella campaña presidencial.

El desencanto era inevitable. Pero se vio potenciado por la peor crisis financiera desde los años de la Gran Depresión. Hay quien ha comparado los esfuerzos del presidente con los de Franklin D. Roosevelt. Pero ni esta crisis es tan dura como aquella ni las propuestas de Obama fueron tan innovadoras como el 'New Deal' de su predecesor.

A Obama le tocó lidiar con unos republicanos cada vez más escorados por el movimiento del Tea Party, que logró la proeza de arrebatar a los demócratas el control de la Cámara de Representantes en noviembre de 2010. El triunfo dejó inconclusa la labor legislativa doméstica del presidente y convirtió en un calvario los dos últimos años de su mandato.

El Congreso dejó de legislar y su división ralentizó la recuperación económica y desencadenó la rebaja de la calificación de la deuda de Estados Unidos. Dos extremos que cabe atribuir a la intransigencia de la derecha republicana. Pero también a la pasividad del presidente, que no supo construir una coalición de líderes centristas para sacar adelante su legislación. A quien gane este martes le tocará gobernar de nuevo con un Congreso dividido y sólo logrará aprobar su programa si traza acuerdos con algunos congresistas del partido perdedor.


2. La percepción sobre la economía

El presidente heredó una tasa de paro del 7,8% e intentó reducirla con un ambicioso plan de estímulo fiscal. Los economistas consideran que sus políticas ayudaron a contener el daño de la recesión. Pero los republicanos recuerdan que el desempleo se mantuvo por encima del 8% durante 43 meses durante su mandato: el periodo más largo en el último medio siglo.

La incógnita que deberán resolver las urnas este martes es hasta qué punto influye esta vez el desempleo en el voto de los ciudadanos. Obama es afortunado porque Nevada es el único estado decisivo con una tasa de paro por encima de la media nacional. Lugares como Iowa, Ohio o New Hampshire están creando empleo a un ritmo razonable que permite al presidente presumir de haber tomado medidas que han favorecido la recuperación.

Los expertos suelen recordar que en unas presidenciales influye menos la cifra de paro que su evolución. Ronald Reagan fue reelegido con una tasa de paro del 7,2%. Pero el porcentaje había mermado tres puntos en 18 meses. Un lapso en el que Obama apenas ha reducido el paro en un 1,1%.

El presidente suele comparar sus políticas con las de Franklin D. Roosevelt: el único presidente que fue reelegido con un desempleo superior al 8% en los últimos 100 años. Roosevelt ganó los comicios de 1936 con una tasa del 16,6% y los de 1940 con un porcentaje del 14,6%. Pero él tenía un as en la manga que Obama no tiene: podía presumir de haber reducido el desempleo con su política económica. Algo que también podía decir Reagan, que heredó una tasa del 7,5%.

El paro no siempre es un buen indicador para saber quién se impondrá en la carrera por la Casa Blanca. Richard Nixon fue reelegido pese a una tasa de paro que había aumentado casi dos puntos a lo largo de su primer mandato. El porcentaje también aumentó en los primeros mandatos de Dwight Eisenhower y George W. Bush y no evitó que ambos se impusieran en la carrera por la reelección.


3. El apego por Obama

El índice de aprobación del presidente ha permanecido por debajo del 50% durante muchos meses durante su mandato. Pero la impopularidad de sus políticas no ha logrado socavar la simpatía personal que despierta entre la población. Su adversario nunca ha gozado de una simpatía similar. Entre otras cosas por su condición de millonario, potenciada por los anuncios negativos que los demócratas difundieron durante la campaña con el objetivo de definir su imagen pública antes de que la mayoría de los ciudadanos empezaran a escuchar.

Algunos expertos atribuyen la simpatía que despierta Obama a su condición de afroamericano y apuntan que quizá el estigma del racismo todavía no permite a los ciudadanos estadounidenses expulsar del poder a un presidente de color. Otros perciben más bien la influencia de la historia personal del presidente, que inspiró a millones de personas que ahora se resisten a abandonarlo porque hacerlo sería renunciar en cierto modo a un pedazo de sí mismos.

Obama es mucho más popular que sus ideas y mucho más popular que su adversario, cuyo perfil de gestor es interesante para el momento que atraviesa la economía estadounidense pero cuyo mensaje tardó demasiado en conectar con la mayoría de la población. Su reeleción dependerá de su capacidad de atraer a las urnas a jóvenes, hispanos y negros que hasta hace cuatro años no solían ir a votar.


4. El espectro de Detroit

Todos los analistas apuntaban a que el triunfo electoral lo decidiría en gran medida la clase obrera blanca de los estados del Medio Oeste. Un sector con el que Obama no conectó del todo en 2008 y con el que Romney tuvo muchos problemas durante las primarias republicanas por su condición de millonario y dirigente de una firma financiera.

A priori, el mensaje económico del aspirante republicano era atractivo en ciudades como Cleveland, Toledo o Cincinnati. Pero su oposición al rescate de la industria del automóvil en febrero de 2009 ha sido un lastre que le ha impedido liderar los sondeos en un Ohio sin cuyo respaldo ningún republicano ha llegado a la Casa Blanca.

Romney expresó su oposición al rescate en un artículo publicado en las páginas del 'New York Times'. Sus argumentos incluían algunos matices y el aspirante no abogaba por el desmantelamiento completo de la industria. Pero el título ('Dejad que quiebre Detroit') ha pesado como una losa sobre su campaña en estados como Ohio y Wisconsin, cuyas ciudades han vuelto a la vida gracias a las ayudas del Estado. Chrysler y General Motors han vuelto a contratar después del bache de la crisis y sus empleados reniegan de la posición del candidato republicano, que ha intentado desviar la atención en los últimos días con anuncios engañosos.

Si Romney pierde este martes el estado decisivo de Ohio, parte de culpa la tendrá su decisión de defender la quiebra técnica de la industria del automóvil. Toda una paradoja para el hijo de uno de los impulsores de la edad dorada de Detroit.


5. Los hispanos deciden

Nunca fueron los hispanos tan decisivos como en esta noche electoral. No sólo por su crecimiento, que ha transformado estados republicanos como Nuevo México en feudos demócratas en apenas cuatro años. También porque esa explosión demográfica se concentra en los lugares que tienen la llave de la Casa Blanca. Sobre todo en Florida, Nevada y Colorado. Los sondeos auguran un triunfo de Romney en el primero, una victoria de Obama en el segundo y un resultado impredecible en el tercero. Pero los expertos recuerdan que muchos hispanos con derecho a voto apenas hablan inglés. Un detalle que podría afectar a la precisión de los sondeos.

El aspirante republicano intentó tender la mano a los hispanos con un mensaje económico y conciliador. Pero nunca llegó a reducir la brecha del 50% que le separa del presidente, al que los hispanos respaldan pese a haber incumplido su promesa de aprobar una reforma migratoria en su primer año en la Casa Blanca.

Romney soñaba con acercarse al techo republicano entre los hispanos: el 40% que logró George W. Bush en los comicios de 2004. No parece que vaya a lograrlo por sus propios errores durante las primarias, que le llevaron a adoptar una retórica agresiva contra la inmigración. Pero también por la política de los gobernadores republicanos de Alabama y Arizona, que han aprobado leyes que han enfadado a la comunidad hispana y han dañado su imagen entre los latinos con derecho a voto.

Aun así, está por ver hasta qué punto los hispanos acuden este martes a votar. Muchos no tienen coche o se ganan la vida con un pluriempleo que no les permite sacar tiempo para ir a votar en un día laborable. Por eso el énfasis del presidente en el voto anticipado y por eso sus guiños constantes a los votantes que hablan español, que han convertido su carrera por la reelección en la primera campaña bilingüe de la Historia de EEUU.