Joan Coscubiela i Conesa |
Cada vez es más evidente que entre las causas profundas de la crisis encontramos la gran desigualdad social generada en los últimos años. Una desigualdad que tiene su origen en el desequilibrio entre el poder económico global y una política y organizaciones sociales locales, con menos fuerza para ejercer de contrapoderes sociales y políticos en los mercados globales.
La gran batalla de la ciudadanía europea en los próximos años pasa por recuperar la soberanía frente a los mercados financieros globales. El pacto del Gobierno Zapatero con el PP para modificar el artículo 135 de la Constitución española de manera urgente, sin consulta ni debate, es la imagen gráfica de la sumisión de la política y las instituciones democráticas al poder de los mercados financieros. Una soberanía que ya no será como hace 150 años en el terreno exclusivo de los estados nación.
Una soberanía más compartida que exclusiva que requiere afianzar también la identidad de ciudadanía europea, sin negar otras identidades más cercanas y consolidadas. Se equivoca quien piense en un siglo XXI de identidades exclusivas y no compartidas. Y se equivoca o miente quien olvida que la batalla por la soberanía en el siglo XXI es la batalla de la ciudadanía contra los mercados.
La convocatoria de huelga general es también la evidencia de que, pese a las dificultades, el sindicalismo es todavía la organización social que más capacidad de resistencia está ofreciendo a las políticas de ajuste y austeridad salvaje y suicida. Lo destaca, en una reciente entrevista, el historiador Josep Fontana y también lo declara asiduamente el sociólogo Manuel Castells.
El 14-N es más que una huelga laboral. Ha sido convocada por la Cumbre Social, que agrupa más de 200 entidades sociales y volverá a ser el punto de encuentro del sindicalismo con plataformas y organizaciones diversas, agrupadas alrededor del 15-M. Algunas, como la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH), que ha sido y es clave en la movilización contra los desahucios.
En estos dos años se han producido procesos de confluencia entre organizaciones y movimientos que hasta ahora tenían muchas reservas recíprocas. Y cada vez se hace más evidente la confluencia en objetivos comunes. Quizá los más destacados, sean la exigencia de un cambio radical en la orientación de las políticas económicas de los gobiernos y de la 'troika' (BCE, FMI y Comisión Europea) para salir del círculo vicioso de recortes, desigualdad, recesión, recortes.
Otro elemento de fuerza confluencia es la exigencia de un proceso constituyente que permita a las generaciones más jóvenes poder decidir el espacio y las formas de convivencia de las cuales se quieren dotar. Sobre la transición y el pacto constitucional hay varias opiniones, pero parece evidente el cansancio de materiales que hoy afectan al pacto constitucional de la transición y que la crisis ha agravado y acelerado. Un agotamiento que requiere cambios en los terrenos de la radicalidad democrática, de la democracia socioeconómica y del modelo de Estado.
Todo apunta a que la huelga general del 14-N tiene un elevado grado de comprensión y complicidad por parte de la ciudadanía, que el miércoles se visualizará en forma de huelga en los centros de trabajo, pero que tendrá también formas de expresión ciudadana varias calles de ciudades y pueblos.
En Catalunya las circunstancias han querido que la huelga general coincida en el tiempo con la celebración de las elecciones autonómicas del 25-N. Unas elecciones que Artur Mas ha querido convertir en un plebiscito personal, en el que pretende obtener mayoría absoluta que le sirva como cheque en blanco para continuar con sus políticas. Una política que en el terreno económico, fiscal y ambiental es la misma que practica Rajoy en España --por eso la ha votado mayoritariamente-- y Merkel quiere imponer en toda Europa. Lo que Mas, Rajoy, CiU y PP --'tanto monta, monta tanto'-- pretenden conseguir es que las elecciones del 25-N giren solo alrededor de este plebiscito. Por eso trasladan a la ciudadanía la idea de votar 'sí' o 'no', en un espectacular fraude electoral. Mas y Rajoy también quieren que cuando los ciudadanos voten, lo hagan bajo la afectación de una pérdida total de memoria que les haga olvidar las políticas que han compartido CiU y PP en el Parlament y PP y CiU en el Congreso y el Senado.
Pero por encima de todo pretenden que la ciudadanía no relacione los objetivos de la huelga general del 14-N y las movilizaciones sociales de estos años con el ejercicio del voto democrático. Por eso, quizás, el silencio y la negación que los medios de comunicación cercanos a CiU y PP han impuesto sobre la huelga general. Un silencio que contrasta con la hiperactividad comunicativa que han tenido algunos medios, privados y también públicos, cuando se ha tratado de apoyar movilizaciones que interesaban a los intereses de CiU o PP.
Es muy importante, pues, que el 14-N la ciudadanía participe activamente en la huelga general y también muy importante que el día 25-N la ciudadanía de Catalunya lleve a las urnas la opinión que antes ha manifestado en las diferentes movilizaciones.
El 14-N y el 25-N están más relacionados de lo que el poder económico y político en Catalunya y España pretenden. Es importante que la ciudadanía lo tenga presente.