Rosa Regás |
En la ensoñación de una fecha tan importante para la Historia de nuestro país, me asomo a la ventana y como si el mundo quisiera celebrarlo conmigo y con tantos ciudadanos y ciudadanas que echan de menos esta racional y más justa y democrática forma de gobierno, veo el rastro que va dejando la naturaleza primaveral y republicana en el campo, con las flores moradas de las glicinas colgando de las parras, las rojas amapolas que con el buen tiempo se han anticipado al mes de la siega y un sinfín de florecillas amarillas que tapizan los prados y la tierra de los olivares. A veces, me digo, incluso la naturaleza parece estar envuelta en un halo poético.
Cada vez somos más los que creemos en la labor que en solo cinco años llevó a cabo la Segunda República y no por nostalgia de un pasado que consiguió el progreso cultural, sanitario y de conciencia de lo público que hoy nos escatiman los neoliberales que nos gobiernan o que pretenden gobernarnos, ni como esperanza de lo que podemos legar a nuestros hijos, sino sobre todo por los valores democráticos, cívicos, laicos, y por encima de todo de una forma de vivir y de progresar que se fundamenta en la cultura, no entendida como espectáculo mediático solamente sino como transmisión de conocimientos. Estamos convencidos de que sin cultura no hay progreso, como lo demuestran tantísimos ricos que siguen siendo tan poco lúcidos y tan poco solidarios como cuando eran pobres y miserables.
Hoy es un día para el recuerdo. Recuerdo de tantísimos españoles que lucharon por defender los valores democráticos y la legalidad contra la dictadura, el atraso, la persecución por haber defendido estos valores y el resurgimiento de unos poderes fácticos que no habían hecho más que mantener a la nación en la miseria intelectual y física.
Quiero también recordar a Jaime Salinas recientemente fallecido, hijo del poeta Pedro Salinas, que año tras año, en la dictadura y en la democracia, defendió la Segunda República contra fascistas y aprendices de fascistas que siempre tuvieron bula para el ataque y la descalificación sin pruebas, o con pruebas inventadas.
Nuestro mejor homenaje a la República es el recuerdo y la lucha. Memoria histórica recuperada y defensa –siempre incruenta- de un periodo breve y glorioso.
Artículo publicado en El Correo de Bilbao