Cuan difícil es que los representantes políticos enseñen sus bienes e ingresos a los conciudadanos que les han elegido: la transparencia incomoda. Sin embargo, la tentación de afanar se vería seriamente amenazada con solo desvelar este extremo, poniendo difícil cualquier debilidad tendente a hacerse con lo ajeno.
Recientemente, más del 90 % de los diputados del Congreso (PP, PSOE y CIU) se negaron a aceptar hasta 36 preguntas dirigidas al gobierno sobre las cuentas de la Corona. ERC pedía claridad y le dieron opacidad.
Últimamente, el rey había mostrado cierta inquietud ante turbios asuntos familiares y su buena disposición a mostrar el modo y manera como gasta sus ingresos. Pero héteme aquí que los diputados regios no se lo han permitido, faltaría más que diría Fraga, pues con ello abriría la veda en otros espacios de representación: del rey abajo ninguno. El diputado Tardá, singularmente preguntón, es culpable por hacer mal las preguntas. Pero ojo, no parece estar en su ánimo cesar lo iniciado en 2007, por lo que volverá a la carga con la misma insistencia.
Con tan prudente decisión parlamentaria, las cloacas por donde discurre la corrupción seguirán selladas, hasta que un día revienten los conductos y salgan a la calle todas las inmundicias. Para entonces, será más sencillo buscar un caudillo que convocar oposiciones para tanto juez que necesitaremos, dando fin al experimento democrático que nos legó Franco.
Algún sesudo monárquico propone un relevo en la jefatura del Estado: dimisión de Juan Carlos y entronización del príncipe Felipe. Maniobra muy propia de los borbones a lo largo de la historia, con excelentes resultados como aconteció con Juan de Borbón al abdicar en el rey actual.
Los partidos políticos, al menos los que tienen posibilidad de gobernar, han despojado a sus diputados de las vestiduras democráticas trocándolas por harapos totalitarios. ¿Y dicen que Garzón prevaricó?