Es conocido que los nazis llegaron al poder ganando elecciones, es decir con el apoyo de una mayoría de ciudadanos que se expresó democráticamente. Con el uso de los entonces más modernos métodos de comunicación fueron impregnando a la opinión pública, que estaba sufriendo la crisis económica derivada del crash de la bolsa americana de 1929, que se traslada al mundo occidental, y al colapso bancario consecuente que se extiende por Europa durante1931, de que solo existe una única alternativa, la del ejercicio del poder de forma absoluta por unos partidos muy determinados y que la culpa de todos los males la tiene algún enemigo próximo. También los fascistas italianos ganaron sus elecciones usando propaganda y violencia e identificando a los “culpables”.
Posteriormente con el ejercicio sin escrúpulos desde el gobierno del poder obtenido, también con el aplauso de la mayoría de sus ciudadanos (con el temor de algunas minorías más lúcidas), emitieron normas que intentan eliminar el pensamiento crítico, la quema publica de libros o los ataques a los medios de comunicación y de transmisión de cultura que no comulgan con sus ideas son un ejemplo, las normas y tribunales que proponen el encarcelamiento y “reeducación” de los opositores es otro bien claro.
La actual crisis, tanto en su nacimiento como en su evolución, es un caldo de cultivo muy parecido al existente en el comienzo del proceso en el siglo pasado. Las tesis del pensamiento único y su impregnación en la opinión pública, mediante los actuales y mucho más potentes métodos y medios de comunicación, también guardan un paralelismo evidente. Por último la venta, hasta la nausea, de que no hay más que una alternativa válida es aún más clara, en este caso la alternativa a aplicar es aquella que dicten los mercados y que el culpable es el otro (el inmigrante, el vecino no deseado o el líder del partido adversario) también se repite.
El crecimiento electoral, en toda Europa, de los partidos de extrema derecha, con bases nacionalistas hasta la xenofobia y tintes confesionales, indica hasta que punto ha calado su discurso en los ciudadanos azotados por una crisis de la que no aceptan su parte de responsabilidad, descargándola en los rumanos en Francia e Italia, los gitanos y emigrantes en otros muchos países, o de los antiguos dirigentes en casi todos, incluida España. En Hungría han dado un paso más y ha aprobado una Constitución, por mayoría de 2/3 del Parlamento, que recupera una religión oficial, la cadena perpetua, la supeditación del poder judicial al ejecutivo, la limitación de la libertad de prensa, la intromisión casi sin límite en la economía y moral privadas, etc., al tiempo que el gobierno actual identifica a los culpables de su crítica situación económica: los comunistas y los estados vecinos donde existen amplios colectivos de húngaros emigrados.
¿Y en España qué?, pues aparte de tener bien identificado al culpable de todo, un discurso xenófobo arraigado en amplias capas de población, el mantenimiento de discursos pro y anti catalanistas, o pro y anti vascos, o pro y anti españolistas, la declaración de intenciones de reponer la cadena perpetua, eliminar derechos civiles y la última ocurrencia de encarcelar a los que no acepten las tesis económicas del actual gobierno, poca cosa más.
Enero de 2011.