Lynn Margulis |
Como investigadora recibió las máximas distinciones que un investigador puede recibir en su campo gracias al tamaño y calidad de su contribución científica. Los galardones incluyen la Medalla Nacional de Ciencia norteamericana, la medalla Darwin-Wallace, membresía en las Academias Nacionales de Ciencia de Estados Unidos y Rusia y menciones honoris causa en numerosas universidades, incluidas las de Vigo, Valencia, Autónoma de Madrid y Autónoma de Barcelona.
Tras su paso por las universidades de Chicago, Wisconsin y Berkeley, sus intereses académicos viraron hacia la genética de poblaciones y el interés por unos microorganismos minusvalorados por los científicos del momento, las bacterias, a las que situó de lleno en el mapa evolutivo.
Gracias a su Teoría de la Endosimbiosis Seriada, que Margulis logró publicar tras muchos intentos en el Journal of Theoretical Biology, obtuvimos la respuesta más plausible hasta la fecha a cómo llega una célula procariota (sin núcleo diferenciado y con la información genética dispersa en la membrana) a convertirse en una célula eucariota (con su información genética dentro de un núcleo).
Según Margulis, organismos de origen bacteriano como mitocondrias o cloroplastos se unieron, etapa a etapa, dentro de un sistema más complejo que se mantenía mediante la simbiosis entre sus miembros: el beneficio del conjunto redundaba en el individuo y viceversa. La teoría, que contradecía en parte las enseñanzas evolutivas enunciadas por Darwin (basadas en las mutaciones) le granjeó multitud de críticas e indiferencia por parte de la comunidad científica, pero acabó siendo refrendada y validada.
El pulso entre la brillantez y la polémica, entre sus admiradores y sus detractores, entre ella y biólogos como Richard Dawkins ha acompañado a Margulis durante toda su vida académica.
Algunas de sus contribuciones posteriores desarrollan la idea inicial de la bióloga, que la incorporación estable de bacterias es la que guía los procesos evolutivos. Más que crear teorías de la nada, Margulis utilizó su talento y los recursos disponibles para re-elaborar viejas teorías inortodoxas que habían quedado a la sombra del darwinismo, como la Teoría de la Simbiogénesis (recuperada del genetista ruso decimonónico Konstantín Merezhkovski) o el llamado “nuevo principio” de Boris Mikhaylovich Kozo-Polyansky, que Margulis reivindicó en uno de sus últimos trabajos, publicado en diciembre de 2010 en el Paleontological Journal.