miércoles, 9 de noviembre de 2011

LEGITIMIDAD POLÍTICA EUROPEA II - E. KOSTKA FERNÁNDEZ

Es un deber de los gobernantes buscar la máxima legitimidad de la autoridad que ejercen y de las instituciones que usan para ejercer ese poder. De forma muy sincrética podemos definir la legitimidad política como el derecho a gobernar socialmente aceptado. Hemos analizado en este mismo medio el problema de la crisis de legitimidad en el proceso de construcción europea, ahora queremos ofrecer propuestas de solución, encaminadas a dotar de mayor legitimidad las instituciones, las decisiones y las políticas públicas europeas.

El objetivo debería ser la configuración de un verdadero sistema político europeo, configurado por normas jurídico-políticas que estén dotadas de la mayor legitimidad posible, por lo que resulta imprescindible que emanen de la irrenunciable soberanía de los ciudadanos europeos. Pero para ello, y en primer lugar, resulta preciso establecer un modelo identificable de organización política del territorio. Sostenemos que nos acercamos al confederalismo sin serlo, y que Europa no es un Estado, sino una unión de estados unidos por tratados internacionales, sin Constitución, y que, por lo tanto, adolecen de falta de legitimidad política primigenia, al no existir un poder constituyente. Sin Estado resulta difícil que exista soberanía, sin soberanía es muy difícil que exista legitimidad, sin legitimidad es muy difícil que exista Gobierno aceptado e interiorizado.

El Parlamento Europeo debe y puede contribuir aún más a fortalecer la legitimidad democrática, y solventar la lejanía con la que los ciudadanos perciben las instituciones europeas. La legitimidad democrática, simplificando, siempre precisa más democracia y ésta se alcanza cuando los ciudadanos sienten que las instituciones que les representan y que les gobiernan son fruto de la voluntad expresada por todos los ciudadanos de forma libre y directa, y con información clara, sencilla y cercana. Creemos esencial en la búsqueda de la legitimidad convertir al Parlamento Europeo en un verdadero poder legislativo.

Debemos avanzar hacia una legislación electoral única y hacia la plena igualdad en los principios de representación democrática. La pluralidad de sistemas electorales y las distorsiones de representación electoral, produce efectos de desigualdad en la representación política.

Debemos avanzar hacia la promulgación de una ley europea que regule los partidos políticos europeos, creando organizaciones políticas visibles y eficaces, que sirvan de correa de transmisión de las voluntades políticas y que sean verdaderos agentes de representación política de los ciudadanos.

Debemos avanzar hacia la elección directa del Presidente de la Comisión Europea. Sólo así los ciudadanos percibirán a la Unión Europea como alguna forma de entidad política real, compacta y con legitimidad de acción política. El actual proceso de designación del Presidente de la Comisión Europea, contribuye en buena medida a la ausencia de legitimidad y a la lejanía con la que los ciudadanos perciben este cargo. Su no elección de forma directa por los ciudadanos europeos es la causa principal, a nuestro entender, de la lejanía con la que los ciudadanos perciben la Europa institucional, al no percibir un claro líder europeo elegido democráticamente, que aúne los intereses de los estados miembros y que esté al frente de un ejecutivo con legitimidad democrática.

Es preciso simplificar los procesos burocráticos y hacerlos más accesibles a los ciudadanos y, en la misma línea, hacerlos perceptibles a los ciudadanos, quizá a  través de la descentralización de las instituciones europeas.

Sin duda el Parlamento debe ser llamado a liderar el proceso de incremento de la legitimidad democrática de las instituciones y los procesos europeos, no sólo por ser el órgano de representación de una ficticia soberanía europea, sino porque su naturaleza electa dota por si sola de legitimidad democrática las decisiones que de él emanan.