viernes, 18 de octubre de 2013

Sistemas electorales: generalidades - Isidoro Gracia


En los medios de comunicación, en las charlas de café y por tertulianos varios las ocurrencias sobre lo que hay que modificar para obtener algo “mejor” abundan. Pero lo que no abunda son los conocimientos reales de los efectos de las ocurrencias, sobre las ventajas e inconvenientes que cada modificación aporta. Desde un modesto conocimiento intentaré aportar algunos datos.

Los objetivos de cualquier sistema electoral son lograr  una representación política que mándate o delegue  en los electos las decisiones de gobierno,  que los semejantes sociológicos de los distintos estamentos y clases tengan garantizada su participación en esas  decisiones y que alguien asuma el ejercicio de la voluntad más general.


En las democracias modernas el pueblo designa, con matices, a sus gobernantes tanto del Poder Legislativo como del Poder Ejecutivo. En unos pocos sistemas el Poder Judicial también pasa por procedimientos de elección. Como en todos los temas de relaciones sociales y de defensa de intereses, los parlamentos y gobiernos democráticos operan sobre complejos y delicados equilibrios.
Los sistemas vigentes actúan basándose en principios: de representación proporcional, de representación mayoritaria a dos vueltas o de representación mayoritaria a una vuelta. Y en: La distribución por zonas electorales o circunscripciones territoriales, la forma y configuración de las candidaturas., los tipos de votación, los métodos de asignación de escaños.


Todos y cada uno de los factores y variantes posibles sobre las bases anteriores impacta en los resultados finales y aporta ventajas e inconvenientes que van a satisfacer objetivos diferentes. Por ello es frecuente la introducción de correctores tanto del principio como del factor elegido en cada uno de los pasos, correctores que a su vez complican el resultado al favorecer unos objetivos y perjudicar a otros.


El principio con mayor aplicación actual es el de representación proporcional, normalmente con correctores que intentan primar la estabilidad; ya que este principio, en apariencia el más “justo”, si se aplica directamente, conduce a la fragmentación de los parlamentos y hace difícil conseguir mayorías de gobierno estables. Durante muchos años  Italia fue el ejemplo de esto. El sistema español es proporcional corregido, pero este tipo, salvo excepciones, obliga a acuerdos post-electorales que otorgan un gran peso a las minorías de bloqueo.


El principio mayoritario a una vuelta elimina prácticamente a las minorías y deviene casi inevitablemente en dos grandes partidos hegemónicos. USA es el ejemplo.


El mayoritario a dos vueltas obliga a acuerdos pre-electorales entre partidos ideológicamente afines y demanda como complemento unas circunscripciones unipersonales, es el caso del Reino Unido o Francia, tiende a disminuir el peso de las minorías.


A nadie se le oculta que la geografía de las circunscripciones es decisiva en el balance final de resultados una excesiva fragmentación prima  a las minorías y el agrupamiento territorial prima el peso del censo, además el diseño permite al legislador neutralizar o primar la ideología preponderante en determinadas zonas. Alguna reforma italiana tenía esa pretensión.


La forma y configuración de las candidaturas influye sobre todo en el grado de control de los partidos sobre los electos. Pero también produce efectos extraños, una lista abierta y bloqueada hace que estadísticamente resulten eliminados los más conocidos de la lista (se probó en las segundas elecciones sindicales españolas),  las listas cerradas favorecen la dependencia del partido, etc.


Los tipos de votación, en lista única o listas por partido impactan en el resultado, por ejemplo en la lista única el orden alfabético influye muy notablemente, es el caso del Senado español.


El método de asignación de escaños tampoco es inocuo cuando las circunscripciones  son plurinominales, el más extendido es el conocido como método D’Hont, que en los sistemas proporcionales prima a los mayoritarios, en especial si el listado no supera los 5 o 6 candidatos.


Los porcentajes mínimos filtran el acceso a las asambleas de las nuevas formaciones y de muchas minorías, etc.


Para todos los efectos indeseados es posible encontrar formulas correctoras, pero si ya resulta complejo el estudio de los efectos más directos, para analizar las segundas influencias hace falta mucha más literatura.
Conclusión: Ningún sistema es perfecto desde el punto de vista democrático. Continuará.