Antonio Campos Romay |
De esta isla lejana, sensual y mágica, formalmente vinculada a los residuos imperiales de la republicana Francia, llega un grupo heterogéneo de mozalbetes que tienen en común su amor al balompié. Que arribaron con lo puesto seria una aproximación casi literal. Titulares de diversos oficios, algunos parados, y aun así tan animosos como para contribuir de su escasa pecunia a financiar parte del material deportivo que usan. Define su estatus la intención de uno de ellos, ilusionado con pedirle la camiseta al español del Chelsea , Niño Torres…que espera le recuerde por haberle servido de guía en la isla cuando fue de luna miel allí
Esta expedición esta siendo tratada con notorio desdén y haciéndola de menos en todos los comentarios de la farándula que acompaña el evento. Cuando no es sarcasmo es ironía. El pariente pobre en el banquete de los poderosos. Es el caso desde luego. Pero también lo es, que es la única selección amateur que participa en esa sui generis Copa Confederaciones. Es la única que realmente practica el fútbol como afición y deporte. Que lo hace por vocación y se esfuerzan para satisfacerla y hacerla posible. Ellos si podrían decir, “si se puede”. Y desde luego visten la camisola de la selección con autentico orgullo y sin reservas mentales. Cuando suena su himno no se avergüenzan del, como el Sr.Benzemá que se niega a cantar La Marsella, pero no a exhibirse en el escaparate de la selección de Francia. Quizás el Sr. Benzema, cuya cultura seguramente es exquisita, ignore que La Marsellesa acompañó el concepto de ciudadanía y libertad desde el siglo XVIII hasta hoy.
Los jugadores de Tahití no entenderán que lo que cuesta uno solo de algunos de los jugadores que son sus rivales equivale al presupuesto de su isla. Que equipos de países como España gastan en fichajes cientos y cientos de millones de euros mientras hay niños que solo comen de forma regular cuando van al colegio público. Que hay seis millones largos de españoles que están en el paro. Y que esos mismos equipos con total impunidad no pagan al fisco cientos de millones de euros, mientras algunas de sus estrellas mas reconocidas evaden sus obligaciones fiscales con el estado. Y que en no pocos lugares esta dilapidación de dinero se sostiene con subvenciones de comunidades autónomas, entes provinciales y locales de forma directa o indirecta…Dinero público que se regatea en sanidad, educación o políticas sociales.
¿Quien debería avergonzarse? ¿Los tahitianos por asistir a un torneo mundial practicando el fútbol como deporte, compitiendo con el aura del entusiasmo del aficionado? ¿Los que trafican en el deporte con dinero de los mafiosos, perdón, brillantes empresarios ex –soviéticos? ¿Los que compran y venden clubes a su capricho de sátrapas del petróleo? ¿Los gestores rebotados del ladrillo que en el deporte del balón alcanzan oportuna ocasión de hacer rodar su dinero negro hasta que Montoro lo consagre?
Un presidente americano, que todos ellos son tan aficionados a la cita, debiera decir, “Dios bendiga a Tahití”