Ante todo, desposéeme de lo que tengo. En principio, la comida. Las personas hambrientas somos más productivas y creativas. En serio: corremos mejor por el monte o la selva, nos vendemos mejor antre un trozo de pan y, faltos de él, estamos dispuestas incluso a luchar o a matar con métodos insospechados.
No me dejes divertirme, sabio poseedor de la verdad. Está demostrado según tus sempiternas fuentes, que para triunfar no hay nada mejor que el aburrimiento, mejor si es crónico. Sobre todo si uno aspira a llegar a ser Presidente del Gobierno, que lo ideal es ser un gallego triste y reincidente. A las pruebas me remito.
En realidad, para ti, esa alma pura y limpia que velas para hacer de cada uno de nosotros una persona de verdad, hemos de estar dispuestos a carecer de todo todito todo: educación, sanidad, vivienda, derechos (Now, what is this?), el pan y la sal, ah, y no olvidarse del agua. Es bien sabido: al enemigo ni agua.
Como ya decía Hobbes, el hombre es un lobo para el hombre. Abstengámonos de crear nuevos próceres, hombre-lobos y cuervos, que te comerán (por hambre creativa) o quitarán los ojos (y la ONCE no da para tanto), y encima pueden tener lobitos. Luego tú, hombre o mujer (mujer no, si todavía no tienes hijos), enemigo del rebaño: a ti, ni agua.
Si ese proyecto de persona (suponemos que ya ha salido el útero materno, más que nada porque la ciencia, con perdón del Papa, algo pinta en este entuerto) te pide algo: ni hablar del peluquín. Espríritu regio y alma firme, una, grande y libre.
Libre de imponer normas, modos y costumbres para los demás, pero que no atañen a tu existencia,” sapiencia suma, verdad de la buena. Y libre también de imponer tu pensamiento unívoco a todo lo que se mueve, que ni te incumbre ni repercute, salvo para vestir de impunidad a tu persona o “Uno de los tuyos.”
Por lo más sagrado de pido: tú nunca me regales nada, que me corrompe, me vuelve vaga, gorda y me manda directamente al fondo del mar muerto en su zona más putrefacta. ¡Por Dios!. Aunque luego te sobra escasez perceptiva para inventar el infierno oficial…
No vale llamar “amor” a un Estado de Derecho. Y no ha nacido el país que regale nada, sino que redistribuya sus recursos, los de todos, incluso los tuyos.
Veladores de la conciencia: la caridad está implícita en la solidaridad de los hambrientos.
La miseria humana tiene muchas caras, sí, infinitas, tantas como perfiles de la estupidez humana.