Isidoro Gracia Plaza |
España como Nación unitaria existe desde hace más de 400 años, digan lo que digan algunos “regionalistas”, (perdón por la alusión, puramente histórica), Europa como Supernación es un proyecto en construcción, sin embargo la Sociedad Europea, entendida como conjunto de ciudadanos con costumbres similares, opinión pública de muy igual tendencia, usos europeos, e incluso poderes públicos compartidos, existe desde hace mucho tiempo, al margen de que sus dirigentes hayan sido capaces de dar, a una y a otra, la organización política y administrativa adecuada a las circunstancias de cada época .
Es por ello que, de acuerdo con lo que sostenía Ortega y Gasset entre otros pro europeístas, romper la continuidad con el pasado es aspirar a plagiar al orangután, ya que es el privilegio del hombre y su señal, el tesoro de comenzar sobre el pretérito acumulado de experiencias, que además, tanto en el caso de España como en el del resto de Europa, han sido proyectos de Sociedad con éxito.
Pues bien, al socaire de la crisis, se empeñan muchos de los actuales dirigentes en abandonar los usos y costumbres que han sido los cimientos sobre los que se ha construido el proyecto, a tamaño continental, que ha permitido a sus ciudadanos disfrutar del mayor nivel de bienestar y de trato justo (aunque el grado de justicia sea mejorable). La libertad de sindicación y huelga se cuestiona, al cuestionan y agredir a los Sindicatos, incluso se anula el respeto a la contratación colectiva que era un derecho consolidado desde hace décadas. El ejercicio de solidaridad se recorta en todos los Presupuestos Generales y en todos los ámbitos: europeos, nacionales y autonómicos o regionales. Se recorta entre naciones vecinas, y con los desfavorecidos del resto mundo, véase el trato a Grecia y a otros Estados o los recortes de las ayudas al desarrollo. Similares recortes a la solidaridad entre generaciones, con mayores exigencias para jubilarse, o entre clases, con la reducción drástica de los programas de ayuda a las dependencias, a las físicas, a las económicas y a las culturales.
Abandonar o limitar libertades y solidaridades, hasta alguno de los niveles a los que se está llegando hace los proyectos de futuro España y Europa, poco atractivos para la mayoría de los ciudadanos que en ellos moramos, y algunos somos ya conscientes que la alternativa que se nos está imponiendo, por el extremadamente poderoso ente “mercados”, con la complicidad de algunos de nuestros gobiernos, es un liberalismo a ultranza, que pertenece a la flora y fauna del siglo XVIII, esa que describía Dickens, que trajo una sociedad indeseable para el siglo XXI, e incluso para épocas anteriores. Para superarla y pasar a un estado más social y con derechos ciudadanos hizo falta una revolución, esperemos que para mejorar la España y Europa que empezaban a gustarnos, no sea necesaria ninguna otra revolución, que no sea la del uso de las urnas.
La España y la Europa que yo quiero son las de los Estados Sociales y de Derecho, en los que el ejercicio de las libertades, de la solidaridad entre colectivos y naciones es lo normal. No la de los recortes a los ciudadanos, y cesiones a los especuladores que se esconden tras el eufemismo “mercados”. Y si no sale como quiero estoy dispuesto a repensar opciones.