La entrada en concurso de acreedores de Fagor Electrodomésticos es otra mala noticia económica para España, otra marca emblemática que puede caer bajo el impacto de una crisis que está desmantelando buena parte del tejido productivo español mientras todo esfuerzo es poco para salvar al más influyente sector financiero. Este concurso también supone una quiebra de la imagen de invulnerabilidad de las empresas organizadas en forma de cooperativa. Esperemos que Fagor Electrodomésticos sea capaz de superar el concurso y reiniciar su camino con las plantas y las líneas de producción que siguen siendo rentable, o al menos, si finalmente la sociedad es liquidada, que sea posible la continuidad de las plantas en el marco de otra empresa, quizá otra sociedad cooperativa.
Sin embargo esta crisis económica ha demostrado que, aunque no sean indestructibles, las sociedades cooperativas son más resistentes a los vaivenes económicos que las empresas organizadas como sociedades limitadas. El que la empresa sea propiedad de los trabajadores fomenta una gestión cautelosa enfocada al largo plazo, alejándose de aventuras financieras (en el caso de Fagor se argumenta que se habían adoptado peligrosas tendencias de gestión empresarial “moderna” y arriesgada), y facilita la adaptabilidad de las condiciones laborales a las circunstancias, una flexibilidad en positivo que nace del compromiso voluntario y la corresponsabilidad, no de la imposición vertical con motivaciones opacas. Además las sociedades cooperativas, por su naturaleza, difícilmente pueden ser deslocalizadas, no pueden ser compradas por multinacionales que compran empresas locales para después desmantelarlas y quedarse con sus marcas, cartera de clientes y redes de distribución.
La mayor resistencia y estabilidad de las sociedades cooperativas también es patente en Galicia, con los brillantes ejemplos de Coren y Feiraco. Según van pasando los años en el maltrecho sector lácteo gallego, Feiraco se va destacando como el pilar más sólido de la industria lechera gallega y fue capaz incluso de asumir la propiedad de la planta de la antigua Clesa en Caldas de Reis, tras el hundimiento de Clesa en manos de Ruíz Mateos. La querencia del sector lácteo por la cooperativa como forma empresarial tiene otros buenos ejemplos en la Granxa O Cancelo o en las chilenas Colun y Bioleche, por no quedarse cerca.
También es una cooperativa la última entidad financiera de capital gallego, la Caixa Rural Galega, superviviente del sector financiero gallego que coincide que es la única cooperativa de crédito de perfil comercial con cierta presencia en Galicia. No solo aquí, si no en España en general, las entidades financieras con forma de sociedad cooperativa son aun modestas, pero en otras regiones del mundo tienen un papel mayor, como por ejemplo Copeuch en Chile.
Con la anulación del concurso eólico por una actuación destructiva y revanchista del actual gobierno de la Xunta, no solo se abortó el nacimiento de todo un nuevo sector productivo en Galicia en el momento en que más lo necesitábamos, si no que se perdió una oportunidad para que sociedades cooperativas gallegas dieran el salto al sector industrial creando una estructura sólida y arraigada en Galicia.
Las sociedades cooperativas son un modelo de empresa a fomentar, no solo por su resistencia a las crisis y a la deslocalización o por su capacidad de crear empleo estable y de estructurar económicamente un territorio, también merecen un cuidado especial porque democratizan la vida económica. El poder económico en el ámbito laboral tiene un impacto en nuestras vidas mayor aun que el poder de los gobiernos, por lo que desde convicciones democráticas también es un objetivo a lograr el establecer un marco de relaciones laborales democráticamente legitimado. Esto lo entiende así la misma Constitución Española cuando establece en su artículo 129.2 que “los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán, mediante una legislación adecuada, las sociedades cooperativas”.