lunes, 5 de diciembre de 2011

HAY CAMINOS DISTINTOS - ANTONIO CAMPOS ROMAY

Lo más substantivo tras el proceso electoral del 20 N, es el aluvión de mensajes que los estamentos financieros están lanzándole al Sr. Rajoy insinuándole sin un exceso de finura, que su actuación política debe ser subordinada a sus intereses.

El adelanto de las elecciones, innecesariamente demorado, tenía como fin cerrar la etapa de un gobierno deteriorado, superado por la crisis y sus propias contradicciones. La alternativa que surge de las urnas bajo la perspectiva de un cambio, no tardará en mostrarse como un espejismo abrazado en gran medida desde la desesperación. Un gobernante de refresco que tiene a favor un respaldo parlamentario amplio, apenas se traducirá en el ahondamiento en las peores vías escogidas por el anterior para los intereses ciudadanos. Medidas que reconfortarán a las oligarquías económicas foráneas y también las locales, al poner en valor medidas draconianas de ajuste, todas ellas sobre el mismo sector social. Edulcoradas con la soflama del ejercicio de responsabilidad ante una situación desahuciada. Aunque tal presunta responsabilidad, ni alivie los problemas reales del país, ni los de la crisis interna subsidiaria de la global.


La psicología refiere e incluso establece domo síndrome, la indefensión o la inducción a la desesperanza que hace que la ciudadanía de por hecho que carece de control frente a la situación en que se encuentra y que ninguna actuación frente a ella será eficaz. Es la alineación del sujeto y de su capacidad de respuesta, lo que es del mayor interés para quien impone la hoja de ruta.

Escapando de tal síndrome y abandonando su inadmisible miopía, la izquierda europea socialdemócrata comienza a resituar su errática posición, en la que el nefasto Sr. Blair y su Tercera Vía fueron un paradigma del absurdo y lamentable ejemplo. Es de temer que en España eso tarde en llegar, lo cual no debiera sorprendernos. Comienzan a alzarse voces  en orden a establecer  con claridad si hay posibilidad de reformar la UE y el sistema capitalista y sostener en pié el agredido Estado del Bienestar frenando la permanente pérdida de derechos civiles y sociales. De examinar si la UE  es reformable. Si realmente es una alianza de pueblos para el bien común de la sociedad o simplemente de oligarquías económicas para explotar a los pueblos. Si el capitalismo es reformable, como incluso llegó a urgir como necesidad Sarkozy, aun partiendo de que su premisa y fundamento, es la búsqueda del máximo beneficio privado para unos pocos y no de la satisfacción de las necesidades sociales. Establecer si al menos, maneja la inteligencia y ductilidad suficiente para hacerse tolerable. O si simplemente, cabalgando a lomos de severas contradicciones, cada vez más visibles, nos dirigimos en un corcel  desbocado hacia un caos histórico.

Se hablo con fruición y de forma extenuante que el sistema que se agazapaba tras el muro de Berlín, fue un brutal  fracaso histórico. Seguramente con razón. Al menos en las formas impropias en que se manifestó. Pero no fue necesario un tiempo excesivo para ver como la contraparte triunfadora de la guerra fría, el capitalismo endurecido en las cátedras del ultraliberalismo, en escuelas como las de Chicago,  es apenas un sistema senil y caduco, esclerotizado en una feroz insolidaridad. Con una envenenada crisis estructural que en su agonía agrede salvajemente los intereses de la mayoría. Y desde luego es ajeno en gran medida  a la cultura social, humanística  y de solidaridad labrada en Europa a lo largo de varios siglos. Cultura donde la educación y la sanidad públicas, gratuitas, universales y  de calidad son derechos históricos fundamentales. Conquistados por la sociedad en duras luchas. Jamás un regalo gratuito. Y justo es recordarlo, derechos pagados a costa de los  salarios y los impuestos de sus perceptores.

Los amagos de cancelación de las tarjetas sanitarias en Galicia a los parados de larga duración y los nada solapados intentos de privatización  del sistema público de salud en Cataluña, el deterioro programado de la enseñanza pública desde determinadas CCAA, son muestra alarmante de la agresión a derechos ciudadanos primordiales en una espantada por salvar la crisis de los especuladores y estafadores a costa de la gran mayoría de la población convertida en única y sumisa feudataria de una debacle a la que es ajena.